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alimentarlo, y se detuvo a tropezones durante la Depresión. Los potentados de la
                madera invirtieron el dinero en los bancos de Nueva York o de Boston que habían
                sobrevivido a la catástrofe y abandonaron la economía de Derry. Se retiraron a
                sus bellas casas de Broadway Oeste y enviaron a sus hijos a las escuelas
                privadas de New Hampshire, Massachusetts y Nueva York. Y se dedicaron a vivir
                de los intereses y las vinculaciones políticas.
                   Lo que resta de esa supremacía, setenta y tantos años después de que Egbert
                Thoroughgood gastase su amor con una prostituta por un dólar en una cama de
                Baker Street, son bosques vacíos en los condados de Penobscot y Aroostook y las
                grandes casas victorianas que ocupan dos manzanas de Broadway Oeste... Y mi
                biblioteca, por supuesto. Sólo que esa buena gente de Broadway Oeste me
                quitaría "mi biblioteca" en un santiamén si yo publicase algo sobre la Liga de la
                Decencia Blanca, el incendio del Black Spot, la ejecución de la banda Bradley... o
                el asunto de Claude Heroux en el Dólar Soñoliento.
                   El Dólar Soñoliento era una cervecería y lo que puede haber sido el más extraño
                de los asesinatos múltiples de la historia americana se produjo, allí en septiembre
                de 1905. En Derry, quedan algunos veteranos que aseguran recordar el episodio,
                pero el único relato del que realmente me fío es el de Thoroughgood, que tenía
                dieciocho años cuando ocurrió.
                   Thoroughgood vive ahora en una residencia para ancianos. Está desdentado y
                su acento francoamericano es tan cerrado que sólo otro viejo habitante de Maine
                podría entenderlo si sus palabras se transcribieran en símbolos fonéticos. Sandy
                Ives, el folclorista de la Universidad de Maine a quien he mencionado ya en estas
                locas páginas, me ayudó a traducir lo que el viejo decía en mi grabadora.
                   Según Thoroughgood, Claude Heroux era "un mal "canuck" hijo de puta, con
                mirada de yegua a la luz de la luna". Tanto él como los que trabajaron para ese
                hombre lo creían astuto como zorro ladrón de gallinas... lo cual hace que resulte
                aún más extraña su incursión a hachazos en el Dólar Soñoliento. No responde a
                su carácter. Hasta entonces, los leñadores de Derry habían pensado que su
                talento lo llevaba, antes bien, a provocar incendios forestales.
                   El verano de 1905 fue largo y caluroso; hubo muchos incendios en los bosques.
                El mayor de ellos, que Heroux, más adelante, admitió haber provocado acercando
                una vela encendida a un montón de yesca, ocurrió en Haven. Ardieron ocho mil
                hectáreas de magníficos bosques, todos de maderas duras; el humo se olía a
                cincuenta kilómetros de distancia.
                   En la primavera de ese año se había hablado un poco de sindicatos. Los
                involucrados en el proyecto eran cuatro leñadores aunque no había mucho que
                organizar porque los trabajadores de Maine se oponían a los sindicatos y, en su
                mayoría, siguen así. Uno de esos cuatro era Claude Heroux, quien probablemente
                tomaba esas actividades sindicales como oportunidad para darse aires y pasar
                todo el rato bebiendo en las calles Baker y Exchange. Heroux y los otros tres se
                consideraban "organizadores"; los potentados de la madera los llamaban
                "agitadores". Una proclama, clavada en las cocinas de los campamentos desde
                Monroe a Haven, desde la plantación Summer a Millinocket, informaba a los
                leñadores que cualquier hombre al que se oyese hablar de sindicatos sería
                despedido inmediatamente.
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