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En mayo de ese año hubo una breve huelga cerca de Trapham Notch. Se la
                disolvió en muy poco tiempo gracias a esquiroles y a policías municipales (y esto
                último fue bastante peculiar, ya que había casi treinta policías municipales
                rompiendo cráneos con mangos de hacha, cuando hasta ese día nadie había visto
                un solo agente en Trapham Notch, que, según el censo de 1900, contaba con una
                población de setenta y cinco personas). De cualquier modo, Heroux y sus
                compañeros organizadores consideraron que esa huelga era una gran victoria
                para su causa y bajaron a Derry para emborracharse y trabajar un poco más
                organizando o agitando, según el bando desde el que se mirase. Eso sí, el trabajo
                debía dejarles secos. Fueron a dar a casi todos los bares de la Manzana del
                Infierno, para terminar en el Dólar Soñoliento, abrazados por los hombros, con una
                borrachera de campeonato, alternando canciones sindicalistas con melodías
                patéticas, al estilo de "Los ojos de mi madre me miran desde el cielo", aunque, por
                mi parte, pienso que si una madre viese desde allí a su hijo en semejante estado,
                bien se le podría disculpar que mirase a otra parte.
                   Según Egbert Thoroughgood, el único motivo que uno podía encontrar para que
                Heroux estuviese en el movimiento era Davey Hartwell. Hartwell era el principal de
                los organizadores o agitadores y Heroux estaba enamorado de él. Tampoco era el
                único. Casi todos los hombres del movimiento estimaban profundamente a
                Hartwell, con ese amor orgulloso que los hombres reservan para aquellos de su
                propio sexo poseedores de un magnetismo que los aproxima a la divinidad.
                "Davey Hartwell caminaba como si fuese dueño de medio mundo y tuviera a su
                nombre una hipoteca sobre el resto", dijo Thoroughgood.
                   Heroux siguió a Hartwell a la organización de sindicatos tal como lo habría
                seguido a la construcción de barcos o a la resurrección del servicio de postas.
                Heroux era astuto y perverso; supongo que en una novela eso haría imposible
                cualquier cualidad positiva. Pero a veces, cuando un hombre se pasa la vida en
                medio de la desconfianza, solitario (o fracasado) tanto por elección como por la
                opinión de la sociedad, puede llegar a vivir para el amigo o la amante que
                encuentre, como el perro vive para su amo. Así parecen haber sido las cosas
                entre Heroux y Hartwell.
                   Los cuatro pasaron esa noche en el hotel Bentwood, al que llamaban El Perro
                Flotante (por motivos ya tan difuntos como el hotel en sí). Cuatro se inscribieron
                para alojarse allí; ninguno pagó su cuenta. Uno de ellos, Andy de Lesseps, no fue
                visto nunca más. Por lo que se cuenta, bien puede haber pasado el resto de su
                vida con toda comodidad en Portsmouth, pero lo dudo. De los otros agitadores,
                Amsel Bickford y Davey Hartwell en persona aparecieron flotando en el
                Kenduskeag, boca abajo. A Bickford le faltaba la cabeza; alguien se la había
                cortado de un hachazo. En cuanto a Hartwell, sus piernas habían desaparecido.
                Quienes lo encontraron juraron que nunca habían visto tal expresión de espanto y
                dolor en un rostro humano. Algo le distendía la boca inflándole las mejillas.
                Cuando lo pusieron boca arriba y le abrieron la boca, siete dedos de sus pies
                cayeron al barro. Algunos pensaron que pudo haber perdido los otros tres en sus
                años de leñador; otros aventuraron que se los había tragado antes de morir.
                   Prendido a la camisa de cada uno había una insignia con la palabra "Sindicato".
                   Claude Heroux nunca fue sometido a juicio por lo que ocurrió en el Dólar
                Soñoliento la noche del 9 de septiembre, por eso no hay modo de saber con
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