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Grenier bajó a grandes gritos por Exchange Street, bajo la lluvia, cubierto de
excrementos, gritando que lo asesinaban. Fue el único que sobrevivió a la
matanza del Dólar Soñoliento, pero después de haber escuchado por tres meses
las bromas sobre su método de huida, abandonó definitivamente Derry.
Heroux salió del retrete y se quedó allí, como el toro después de atacar, con la
cabeza baja y el hacha colgando delante de él. Jadeaba y resoplába. Estaba
cubierto de sangre y de trozos de carne de la cabeza a los pies.
--Cierra la puerta, Claude, que ese cubo de mierda apesta -pidió Thoroughgood.
Claude dejó caer el hacha e hizo lo que se le pedía. Se acercó a la mesa
sembrada de naipes donde sus víctimas habían estado jugando. En el trayecto,
apartó una de las piernas amputadas de Eddie King. Luego se limitó a ocultar la
cara entre los brazos. En el mostrador seguían las conversaciones. Cinco minutos
después empezaron a llegar más parroquianos, entre ellos tres o cuatro ayudantes
del comisario (el que estaba a cargo era el padre de Lal Machen; cuando vio aquél
desastre sufrió una crisis cardíaca y hubo que llevarlo al consultorio del doctor
Shratt). Detuvieron a Claude Heroux. Cuando se lo llevaron iba con docilidad, más
dormido que despierto.
Esa noche, en todos los bares de las calles Exchange y Baker resonaba la
noticia de la matanza. Se empezó a acumular una especie de furia justiciera, de la
que sienten los borrachos. Cuando cerraron los bares, más de setenta hombres se
encaminaron hacia la cárcel y los tribunales con antorchas y linternas. Algunos
llevaban pistolas; otros, hachas o picas.
El comisario del condado no volvería de Bangor hasta que llegase la diligencia
de mediodía y Goose Machen estaba en el consultorio del doctor Shratt con un
ataque cardíaco. Los dos ayudantes que montaban guardia en la oficina, jugando
a las cartas, oyeron llegar a la multitud y huyeron. Los ebrios irrumpieron allí y se
llevaron a rastras a Claude Heroux. Él no protestó mucho. Parecía aturdido.
Lo llevaron en volandas, como a un héroe de fútbol, por Canal Street, y lo
colgaron de un viejo olmo que se inclinaba sobre el agua.
--Estaba tan aturdido que sólo soltó dos patadas -dijo Egbert Thoroughgood.
Según los registros, fue el único linchamiento que hubo en esa zona de Maine.
Obviamente el "Derry News" no informó sobre el asunto. Muchos de los que
habían seguido bebiendo mientras Heroux hacía su trabajo en el Dólar Soñoliento
formaron parte del grupo que le puso la corbata. Hacia medianoche, el humor
general había cambiado.
Hice a Thoroughgood la última pregunta: si había visto a alguien a quien no
conociese durante los hechos de ese día; alguien que le resultase extraño, fuera
de lugar, curioso, hasta payasesco; alguien que hubiese estado bebiendo en el
bar, esa tarde, y que tal vez hubiese participado en el linchamiento por la noche.
--Puede que sí -respondió Thoroughgood. Ya estaba cansado, decaído, listo
para hacer su siesta-. Eso fue hace mucho tiempo. Muchísimo.
--Pero usted recuerda algo -dije.
--Recuerdo haber pensado que seguramente había feria en Bangor -dijo
Thoroughgood-. Esa noche estuve bebiendo cerveza en el Balde de Sangre. El
Balde de Sangre estaba a seis puertas del dólar Soñoliento. Allí había un tío...
bastante cómico, que hacía piruetas y malabarismo con vasos y monedas...
cómico, ya me entiende.