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Belch dio tres pasos tras ella pero se detuvo. Él y Victor se acercaron a Henry,
                pero éste los arrojó a un lado y se levantó, vacilante, todavía cogiéndose la ingles
                con ambas manos; no era la primera vez que Beverly lo pateaba allí en lo que iba
                del verano.
                   Se agachó para recoger la navaja.
                   --Vamos -jadeó.
                   --¿Qué, Henry? -preguntó Belch, ansioso.
                   Henry giró hacia él una cara tan llena de sudor, sufrimiento y odio enfermizo que
                Belch retrocedió un paso.
                   --¡Dije que vamos! -logró balbucear.
                   Y empezó a marchar tras Beverly, tambaleante.
                   --Ya no podemos alcanzarla, Henry -dijo Victor-. Pero mira, si apenas puedes
                caminar.
                   --La cogeremos -jadeó Henry. Su labio superior subía y bajaba en un gesto
                canino inconsciente. Tenía la frente perlada de gotas de sudor que le corrían por
                las mejillas-. La cogeremos, sí. Sé a dónde va. Va a Los Barrens para reunirse con
                sus gilipollas.



                   5. Hotel Town House. 2.00.

                   amigos -dijo Beverly.
                   --¿Hum?
                   Bill la miró. Sus pensamientos estaban muy lejos. Iban caminando de la mano,
                en amistoso Silencio, cargado de atracción mutua. Él había captado sólo su última
                palabra. Una manzana más adelante, las luces del Town House brillaban a través
                de la niebla.
                   --Decía que vosotros erais mis mejores amigos. Los únicos que tenía en aquel
                entonces. -Sonrió-. Nunca he sido muy buena para hacer amigos, aunque en
                Chicago tengo una muy buena. Una mujer llamada Kay McCall. Creo que te
                gustaría, Bill.
                   --Probablemente. Yo tampoco soy muy hábil para entablar amistades. -También
                sonrió-. En aquella época sólo nos necesitábamos mutuamente.
                   Vio gotas de humedad en el pelo de Beverly y apreció el modo en que las luces
                le formaban un nimbo alrededor de la cabeza. Ella lo miró gravemente.
                   --Pues ahora necesito algo -dijo.
                   --¿Qué c-cosa?
                   --Que me beses.
                   Bill pensó en Audra. Por primera vez se dio cuenta de que se parecía a Beverly
                y se preguntó si no había sido ése su atractivo, desde un principió: la razón de que
                él tomara valor para invitarla a salir, en aquella fiesta hollywoodense en que se
                conocieron. Sintió una punzada de culpabilidad... y luego tomó en sus brazos a
                Beverly, su amiga de la infancia.
                   Ella lo besó con calidez y ternura. Sus pechos presionaron contra el abrigo
                abierto de Bill y sus caderas se movieron contra él. Él hundió las manos en su
                cabellera y la estrechó contra sí. Bev, percibiendo su erección, emitió una
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