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poderosamente en aquel vínculo. Los poros de Bev se habían abierto, emitiendo
                un olor almizqueño, encantador.
                   Beverly sintió llegar su orgasmo y avanzó hacia él, buscándolo, sin dudar que lo
                alcanzaría. De pronto, su cuerpo tartamudeó y pareció dar un salto hacia arriba,
                no ya orgásmico, sino, para alcanzar una meseta muy por encima de las que
                había alcanzado con Tom o con los dos amantes que le precedieron. Comprendió
                que eso no iba a ser un simple orgasmo. Sintió un poco de miedo... pero su
                cuerpo retomó el ritmo. Bill se tensó contra ella, en toda su longitud y en ese
                mismo instante ella alcanzó la culminación... o empezó a alcanzarla; un placer tan
                grande que era casi tormento desbordó insospechadas compuertas y ella tuvo que
                morder el hombro de Bill para ahogar sus gritos...
                   --Oh, Dios mío... -jadeó Bill.
                   A Beverly le pareció que él lloraba. Echó el torso atrás y ella temió que se
                retirase; trató de prepararse para ese momento, que siempre dejaba una fugaz
                sensación de pérdida y vacuidad inexplicable, algo así como la huella de un pie,
                pero entonces él volvió a pujar con fuerza. De inmediato Beverly alcanzó el
                segundo orgasmo, algo que nunca hubiera creído posible, y la ventana de la
                memoria se abrió otra vez. Vio pájaros, miles de pájaros que descendían en todos
                los tejados, en todos los tendidos telefónicos, en todos los buzones de Derry,
                pájaros de primavera contra un cielo blanco, y había dolor mezclado con el
                placer... Un leve dolor físico, mezclado con leve placer físico y, un descabellado
                sentido de afirmación. Ella había sangrado... había... había...
                   --¿Con "todos" vosotros? -exclamó de súbito, abriendo los ojos, azorada.
                   Entonces Bill se retiró.
                   --¿Qué? ¿Beverly? ¿Te... te s-ssientes b...?
                   --¿"Con todos vosotros? ¿Hice el amor con todos vosotros"?
                   Vio la sorpresa en la cara de Bill; lo vio quedar boquiabierto... y comprender de
                pronto. Pero no por su revelación, sino a pesar del aturdimiento que le provocó. Él
                la había alcanzado por sí mismo.
                   --Todos...
                   --Bill, ¿qué pasa?
                   --F-f-fue tu mo-modo de s-s-sacarnos -dijo él. Sus ojos brillaban tanto que ella se
                asustó-. ¿No lo c-c-comprendes, Bev-Beverly? ¡"Fue tu modo de sacarnos"!
                Todos... pero éramos... Ahora se le veía asustado, inseguro.
                   --¿Recuerdas ahora el resto? -preguntó ella.
                   Bill movió lentamente la cabeza.
                   --Nada específ-f-fico. Pero... -Estaba asustado de verdad-. En re-rerealidad, todo
                se red-reduce a que salimos "a fuerza de desearlo". Y no estoy seguro... Beverly,
                no estoy seguro de que, como adultos, podamos volver a hacerlo.
                   Ella lo miró por un largo instante. Después se sentó en el borde de la cama. Su
                cuerpo era suave y adorable; la línea de la columna vertebral apenas era
                discernible en la penumbra cuando se agachó para quitarse las medias de nylon
                que llevaba puestas. Su pelo se enroscaba sobre el hombro. Él pensó que volvería
                a desearla antes de la mañana y aquella sensación de culpa volvió a él
                atemperada sólo por el vergonzoso consuelo de saber que Audra estaba a un
                océano de distancia. "Pon otra moneda en la máquina de discos -pensó-. Esta
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