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Bill lo hizo callar con un ademán de la mano; sus ojos permanecían fijos en Ben,
                como clavándolo en su sitio.
                   --Claro -dijo Ben, tratando, angustiado, de mirar a todas partes al mismo tiempo.
                   Los arbustos se inclinaban salvajemente, casi como bajo de un oleaje.
                   --El de-de-desagüe -dijo Bill-. La e-e-est-estación de b-bombeo. P-por ahí deb-
                debemos en-entrar. ¡Llévanos!
                   --Pero...
                   --¡Llé-llévanos!
                   De entre los arbustos surgió una andanada de piedras. Por un momento, Bill vio
                la cara de Victor Criss, como asustada, drogada y ávida, todo a un tiempo. Una
                piedra le golpeó en el pómulo y Mike le sostuvo para que no cayera. Por un
                momento no pudo ver claro. Sentía la mejilla entumecida. Por fin recuperó la
                sensibilidad en dolorosos latidos y sintió que la sangre le corría por la cara. Se
                limpió la mejilla, haciendo una mueca al tocar la dolorosa inflamación que se
                estaba formando allí. Miró la sangre y se limpió las manos en los vaqueros. El
                viento fresco le enredó el pelo.
                   --¡Así aprenderás a tirar piedras, jodido tartamudo! -gritó Henry, medio riendo.
                   --¡Ll-llé-llévanos! -chilló Bill.
                   Ahora comprendía por qué había enviado a Eddie en busca de Ben. Era a esa
                estación de bombeo adonde tenía que ir, y sólo Ben sabía exactamente cuál era;
                había varias en ambas riberas del Kenduskeag a intervalos irregulares.
                   --¡É-é-ése es el lug-lugar! ¡La ent-entrada! ¡El m-m-modo de lle-llegar a "Eso"!
                   --¡Bill, no puedes saber semejante cosa! -gritó Beverly. Él vociferó, furioso:
                   --¡Lo sé!
                   Ben tardó un instante, humedeciéndose los labios con la vista fija en Bill. Por fin
                partió a toda carrera por el claro encaminándose al río. Un relámpago brillante
                cruzó el cielo, blanco y purpúreo, seguido por un trueno desgarrado que hizo
                vacilar a Bill sobre sus pies.
                   Una piedra del tamaño de un puño pasó junto a su nariz y dio contra las nalgas
                de Ben. El chico chilló de dolor y se llevó la mano al trasero.
                   --¡Toma ya, gordo! -gritó Henry, con la misma voz entre risueña y vociferante.
                Los arbustos susurraron. Henry apareció en el momento en que la lluvia se
                convertía en un diluvio. El agua le corría por el pelo muy corto entrándole en los
                ojos, bañándole las mejillas. Su sonrisa mostraba todos los dientes-. Así
                aprenderás a tirar p...
                   Mike había encontrado una de las maderas que habían sobrado al hacer la
                trampilla. Arrojada con fuerza, dio dos vueltas en el aire y golpeó a Henry en la
                frente. El chico soltó un grito dándose una palmada en ese sitio como quien ha
                tenido una idea brillante, y cayó sentado.
                   --¡Co-co-corred! -aulló Bill-. ¡Se-se-seguid a B-b-ben!
                   Más manoteos y tropezones entre los matorrales. Mientras el resto de los
                Perdedores corría tras Ben Hanscom, aparecieron Victor y Belch. Henry se levantó
                y los tres iniciaron la persecución.
                   Aún más adelante, cuando Ben hubo recordado el resto del día, de la carrera
                entre los matorrales sólo conservaba una serie de imágenes confusas. Recordaba
                ramas sobrecargadas de hojas chorreantes que le golpeaban la cara; recordaba
                que los truenos y los relámpagos parecían interminables. Y recordó también que
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