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La tapa chirrió un poco más, deslizándose del cilindro, y dejó al descubierto una
                media luna de oscuridad.
                   --Uno, dos, tres, ¡empujad!
                   La media luna creció.
                   --Uno, dos, tres, ¡empujad!
                   Ben empujó hasta que aparecieron puntos rojos en su visión.
                   --¡Apartaos! -gritó Mike-. ¡Allá va!
                   Se apartaron mientras la gran tapa circular perdía el equilibrio y caía. Provocó
                una hendidura en la tierra mojada y aterrizó invertida, haciendo caer los
                escarabajos de su cara inferior.
                   --Ajj -dijo Eddie.
                   Bill echó un vistazo al interior. Había peldaños de hierro que descendían a un
                estanque circular de agua negra cuya superficie estaba poceada por la lluvia. La
                silenciosa bomba estaba en medio de todo eso, semisumergida. Bill vio que el
                agua fluía hacia la estación de bombeo desde la boca de la tubería de entrada.
                Con una sensación de oquedad en las entrañas, pensó: "Por aquí tenemos que
                entrar. Por aquí."
                   --E-e-eddie, su-sujétate a m-m-mí.
                   Eddie lo miró, sin comprender.
                   --Aúp-pate. T-t-te sost-t-tienes con el bra-con el brazo sano.
                   E hizo una demostración. Eddie comprendió, pero se mostró reacio.
                   --Rápido -le espetó Bill-. ¡Ya v-v-vienen!
                   Eddie rodeó el cuello de Bill. Stan y Mike lo impulsaron hacia arriba para que
                pudiera ceñir las piernas a la cintura de su amigo. Cuando Bill se introdujo,
                torpemente, por la boca del cilindro, Ben notó que Eddie tenía los ojos cerrados.
                   Sobre el ruido de la lluvia se oía otro: ramas pisoteadas y voces. Henry, Victor y
                Belch. La carga de la caballería más detestable del mundo.
                   Bill aferró el tosco borde del cilindro y se dejó caer tanteando cada peldaño.
                Estaban resbaladizos. Eddie parecía querer estrangularlo. Resultaba una
                demostración bastante gráfica de lo que debía de ser el asma.
                   --Tengo miedo -susurró Eddie.
                   --Yo-yo también.
                   Soltó el borde de cemento y se sujetó del primer peldaño. Aunque Eddie lo
                asfixiaba y parecía haber aumentado veinte kilos, se detuvo un momento para
                mirar Los Barrens, el Kenduskeag, las veloces nubes. Una voz interior (sin miedo,
                firme) le indicaba que mirase bien por si jamás volvía a ver el mundo de arriba.
                   Miró. Luego inició el descenso con Eddie aferrado a su espalda.
                   --No puedo más -balbuceó Eddie.
                   --Ya f-f-falta poco.
                   Uno de los pies de Bill tocó agua helada. Buscó el peldaño siguiente y lo
                encontró. Había otro más. Después terminaba la escalerilla. Quedó hundido hasta
                la rodilla en el agua, junto a la bomba.
                   Miró hacia la boca del cilindro. Estaba unos tres metros por encima de su
                cabeza. Los otros, alrededor de ella, miraban hacia abajo.
                   --¡Ba-ba-bajad! -gritó-. ¡De-de uno en uno! ¡Daos pr-risa!
                   Beverly fue la primera. Stan la siguió. Después bajaron los otros. Richie, el
                último, esperó para ver el avance de Henry y sus amigos. Por el ruido que hacían,
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