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Beverly había girado en redondo y estaba mirando hacia el interior de la tubería.
                La luz se perdía muy pronto y no se distinguía demasiado. Se trataba de un túnel
                de hormigón lleno hasta la tercera parte de agua precipitada. Notó que ahora
                llegaba más arriba que cuando habían entrado. Eso se debía a que, por no
                funcionar la bomba, sólo parte del agua caía al Kenduskeag. Sintió una punzada
                de claustrofobia en la garganta. Si el agua seguía ascendiendo, todos se
                ahogarían.
                   --¿Es preciso, Bill?
                   Él se encogió de hombros. Eso lo decía todo. Sí, era preciso. ¿Qué remedio
                cabía? ¿Dejarse matar en Los Barrens por Henry, Victor y Belch? ¿O por alguna
                otra cosa peor en la ciudad? Ella lo comprendió, por fin; los hombros de Bill no
                habían tartamudeado al encogerse. Era mejor ir en busca de "Eso". De frente,
                como en una película de vaqueros. Era más limpio, más valiente.
                   Richie dijo:
                   --¿Cómo se llamaba ese rito del que nos hablaste, Gran Bill? El que leíste en el
                libro de la biblioteca.
                   --Ch-Ch-Chüd -dijo Bill, sonriendo.
                   --Chüd -asintió Richie-. Uno muerde la lengua de "Eso" y "Eso" te muerde la
                tuya. ¿No es así?
                   --S-s-sí.
                   Y después se cuentan chistes.
                   Bill asintió.
                   --Qué curioso -comentó Richie, mirando la larga tubería-. No se me ocurre
                ninguno.
                   --A mí tampoco --dijo Ben.
                   Sentía un miedo pesado en el pecho, casi sofocante. Lo único que le impedía
                sentarse en el agua para llorar como un bebé o volverse loco era la presencia
                tranquila y segura de Bill... y Beverly. Preferiría morir antes que revelar ante
                Beverly lo asustado que estaba.
                   --¿Sabes adónde lleva esta tubería? -preguntó Stan a Bill.
                   El chico negó con la cabeza
                   --¿Sabes cómo encontrar a "Eso"?
                   Bill volvió a negar.
                   --Cuando estemos cerca nos daremos cuenta -dijo Richie súbitamente. Aspiró
                hondo, estremecido-. Si hay que hacerlo, vamos de una vez.
                   Bill asintió.
                   --Yo i-i-iré delante. Después, Eddie. Ben-Ben. B-b-bev. St-a-an. M-M-Mike. Tú
                atrás, Ri-Richie. C-ca-cada u-u-uno con la m-mano en el ho-o-ombro del q-que v-
                v-va d-delante. Está o-o-oscuro.
                   --¿Vais a salir de una puta vez? -chilló Henry Bowers, desde arriba.
                   --Por alguna parte saldremos -murmuró Richie-, supongo.
                   Formaron como una procesión de ciegos. Bill echó una mirada hacia atrás, para
                confirmar que cada uno tuviese una mano en el hombro del precedente. Luego,
                agachando un poco la cabeza, inició la marcha en la oscuridad por donde se había
                ido, casi un año antes, el barquito de papel que había hecho para su hermano.
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