Page 709 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 709

propios terrores y se les podían activar las glándulas para que todos los elementos
                químicos del miedo inundaran el cuerpo y salaran la carne. Pero sus miedos eran,
                casi siempre, demasiado complejos. Los miedos de los niños solían ser más
                simples y más poderosos. Los miedos infantiles, con frecuencia, se convocaban
                con una sola cara... y si hacía falta un cebo, ¿a qué niño no le gustaba un payaso?
                   "Eso" comprendía, vagamente, que esos niños se las habían arreglado para
                volver contra él sus propias armas. Que, por coincidencia, por la unión de siete
                mentes extraordinariamente imaginativas, "Eso" había sido puesta en gran peligro.
                Cualquiera de los siete, a solas, le habría servido de alimento. Si no se hubieran
                reunido, por casualidad, "Eso" los habría elegido uno a uno, atraído por la calidad
                de sus mentes, tal como un león se siente atraído por el olor de las cebras. Pero
                juntos habían descubierto un alarmante secreto que ni siquiera "Eso" conocía: que
                la fe tenía dos filos. Si hay diez mil campesinos medievales que inventan los
                vampiros al creer en su realidad, puede haber uno (probablemente un niño) que
                imagine la estaca necesaria para matarlo. Pero una estaca es sólo madera; la
                mente es la maza que la clava en su sitio.
                   Pero "Eso" había acabado por escapar hundiéndose profundamente en la tierra,
                y los niños, exhaustos, aterrorizados, habían preferido no seguirla cuando estaba
                en su estado más vulnerable. Habían preferido considerarla muerta o agonizando,
                para poder retirarse.
                   "Eso" sabía de su juramento y tenía la certeza de que volverían, tal como el león
                sabe que la cebra volverá a la cañada. Por eso había empezado a hacer planes
                aún mientras caía en la somnolencia. Despertaría en salud, renovada... pero por
                entonces la infancia de aquellos siete estaría consumida como una vela. El
                antiguo poder de su imaginación reunida sería débil y apagado. Ya no imaginarían
                pirañas en el Kenduskeag ni creerían que si se mata una luciérnaga con la luz
                encendida sobre la camisa, esa noche se nos incendia la casa. En, cambio,
                creerían en las pólizas de seguro, en una cena con vino escogido, pero no
                demasiado pretencioso, como un Pouilly-Fuissé.83. Creerían en la televisión
                pública, en la utilidad del ejercicio para prevenir los ataques cardíacos y en la
                ventaja de no comer carnes rojas para evitar el cáncer de colon. Creerían en los
                sexólogos, cuando se tratara de follar agradablemente y en los predicadores
                intransigentes cuando quisieran sentirse redimidos. De año en año, sus sueños
                serían más pequeños. Y cuando "Eso" despertara, los llamaría, para que volvieran
                porque el miedo era fértil, su vástago era la ira y la ira pedía venganza.
                   "Eso" los llamaría para matarlo
                   Pero ahora, al saber que se acercaban, el miedo había vuelto. Eran adultos y
                estaban debilitados en su imaginación, pero no tanto como "Eso" había pensado.
                "Eso" había percibido un aumento ominoso en el poder del grupo, una vez
                reunidos, y se había preguntado, por primera vez, si acaso no habría cometido un
                error.
                   Pero ¿por qué ese pesimismo? El dado estaba echado y no todos los presagios
                eran malos. El escritor estaba medio loco por su mujer y eso era bueno. Porque el
                escritor era el más fuerte, el que, de algún modo, había estado adiestrando su
                mente para esa confrontación durante todos esos años. Y cuando el escritor
                estuviera muerto, con las tripas fuera del cuerpo, cuando el maldito Gran Bill
                hubiera muerto, los otros serían prontamente suyos.
   704   705   706   707   708   709   710   711   712   713   714