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Pero Mike le señaló que guardase silencio. Ahora Bill también lo oía: chapoteos.
Se acercaban. Gruñidos y palabras sofocadas. Henry no había renunciado.
--Rápido -indicó Ben-. Vamos.
Stan volvió la vista hacia atrás. Después miró la más baja de las tres tuberías.
Apretó los labios y asintió.
--Vamos -dijo-. La mierda se lava.
--¡Stan el galán acaba de soltarse uno bueno! -exclamó Richie, y rió.
--Richie, ¿quieres callarte? -siseó Beverly.
Bill abrió la marcha por la tubería haciendo muecas de asco. Había hedor a
mierda, pero había también otro olor. Más leve pero más vital. Si el gruñido de un
animal pudiera tener olor (y Bill se dijo que era posible, si el animal en cuestión
había estado comiendo ciertas cosas), habrían percibido ese olor. "Vamos en la
dirección correcta, sí. "Eso" ha estado aquí... y durante mucho tiempo."
Tras cinco o seis metros notaron que el aire se ponía rancio y malsano. Bill
avanzaba lentamente, pisando cosas que no eran barro. Miró sobre el hombro y
dijo:
--T-t-tú ven d-d-detrás de m-mí, E-E-Eddie. T-t-te voy a ne-necesitar.
La luz se dibujó en un gris muy pálido; se mantuvo así por poco tiempo y luego
desapareció, dejándolos en
("del cielo azul a")
la negrura. Bill avanzaba arrastrando los pies con la sensación de estar
atravesando físicamente el hedor. Iba con una mano tendida hacia adelante; parte
de él esperaba encontrar, en cualquier momento, pelaje áspero y ojos verdes
abiertos en la oscuridad. El fin llegaría en una llamarada de dolor, cuando "Eso" le
descuartizara.
La oscuridad estaba llena de sonidos, todos amplificados y resonantes.
Bill oía los pies de sus amigos que se arrastraban tras los suyos; a veces, algún
murmullo. Había gorgoteos y extraños gruñidos metálicos. Un agua
asquerosamente tibia le pasó entre las piernas haciéndolo vacilar sobre los
talones, mojado hasta los muslos. Eddie se puso frenético, hasta que el pequeño
torrente cedió. Richie, desde el extremo de la fila, aulló con buen humor:
--Creo que acaba de mearnos el alegre gigante verde, Bill.
Bill oía correr el agua y los desechos en borbotones canalizados por la red de
tuberías menores que, seguramente, corría sobre su cabeza. Recordó la
conversación sostenida con su padre sobre las cloacas de Derry y creyó saber
qué era ese tubo: servía para recibir el exceso que se presentaba durante las
lluvias torrenciales y la temporada de inundaciones. Todo lo que arriba saldría de
Derry, arrojado al arroyo Torrault y al río Penobscot. A la ciudad no le gustaba
bombear su mierda al Kenduskeag porque de ese modo el canal apestaría. Pero
las aguas residuales iban al Kenduskeag y cuando eran demasiado abundantes
para las tuberías comunes, se producía un desborde... como el que acababan de
recibir. Y si se había producido uno, podía haber otro. Levantó la vista, intranquilo.
No veía nada, pero estaba seguro de que había rejillas en el arco superior de la
tubería y, quizá, también a los lados. En cualquier momento podía haber...
No se dio cuenta de que llegaba al final del tubo hasta que cayó fuera de él,
moviendo los brazos con desesperación. Cayó de bruces en una masa semisólida,
unos treinta centímetros por debajo de la galería de la que acababa de salir. Algo