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Bill encendió la cerilla. A su luz, todos vieron aquella cosa verde e hinchada que
había sido Patrick Hockstetter. El cadáver les sonreía en la oscuridad con hórrida
camaradería, pero sólo tenía media cara; las ratas se habían llevado el resto. Lo
rodeaban los libros del curso de verano, hinchados por la humedad hasta parecer
diccionarios.
--Caray -dijo Mike, ronco, desorbitado.
--Los oigo otra vez -dijo Beverly-. A Henry y los otros.
El eco debió llevar su voz hasta ellos, porque Henry vociferó en las cloacas y por
un momento fue como si los tuvieran allí mismo.
--Os vamos a coger...
--¡Ya podéis venir! -gritó Richie con un destello febril en los ojos-. ¡Sigue
adelante, talón de plátano! ¡Esta piscina parece la de la Asociación Cristiana de
Jóvenes! Sigue...
Un alarido llegó por la tubería, tan lleno de loco terror y de tormento que a Bill se
le cayó la cerilla. El brazo de Eddie cogió el suyo y él lo abrazó a su vez,
sintiéndolo temblar. Stan Uris se apretó a él por el lado opuesto. Ese alarido
seguía y seguía, hasta que se oyó un ruido obsceno, denso, y el grito se cortó.
--Algo se ha apoderado de uno de ellos -jadeó Mike, horrorizado-. Algo... algún
monstruo. Bill, tenemos que salir de aquí... por favor...
Bill oyó que los restantes (uno o dos; a través del eco era imposible
determinarlo) avanzaban a tropezones por la tubería, hacia ellos.
--¿P-p-por d-dónde, E-Eddie? -preguntó.
--¿Hacia el canal? -preguntó Eddie, temblando en brazos de Bill.
--¡Sí!
--A la derecha. Por donde está Patrick. -La voz de Eddie se endureció de pronto-
. No me molesta mucho. Fue uno de los que me fracturó el brazo. Además, me
escupió en la cara.
--Va-vamos -dijo Bill, echando un vistazo hacia la cloaca que acababan de
abandonar-. ¡Fi-fila india! ¡Ma-mamantened cont-t-tacto, com-m-mo antes!
Avanzó a tientas arrastrando el hombro derecho por la untuosa superficie de
porcelana, rechinando los dientes. No quería pisar a Patrick... ni meter el pie en él.
Se arrastraron junto a él, en la oscuridad, mientras las aguas fluían en derredor y
la tormenta, fuera, traía a Derry una temprana oscuridad, una oscuridad que
aullaba con el viento, escupía descargas eléctricas y crujía con árboles caídos que
eran como gritos agónicos de enormes bestias prehistóricas.
3. Eso, mayo de 1985.
Ahora volvían otra vez y aunque todo iba tal como "Eso" lo había previsto,
también volvía algo que "Eso" no había previsto; ese miedo enloquecedor.. esa
sensación de "Otro". "Eso" odiaba el miedo; se habría vuelto contra él para
devorarlo, de haber podido... pero el miedo bailaba fuera de su alcance, burlón y
sólo era posible matarlo mediante la muerte de todos ellos.
Sin duda tanto temor carecía de motivos; ya eran más viejos y habían sido
reducidos de siete a cinco. Cinco era un número de poder, pero no tenía la
cualidad talismánica y mística del siete. El esbirro de "Eso" no había podido matar