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"Eso" saciaría su hambre... y después quizá volvería a hundirse en la tierra. Para
                dormitar por un rato.



                   4. En los túneles, 4.30.

                   --¡Bill! -gritó Richie en la tubería resonante.
                   Avanzaba a toda prisa, pero eso no bastaba. Recordó que, de niños, habían
                caminado por allí medio agachados, alejándose de la estación de bombeo. Ahora
                se arrastraba; el tubo le parecía imposiblemente estrecho. Las gafas se le
                deslizaban hacia la punta de la nariz. Él no hacía sino ajustarlas otra vez. Bev y
                Ben venían tras él.
                   --¡Bill! -aulló otra vez-. ¡Eddie!
                   --¡Aquí estoy! -le llegó la voz de Eddie, desde delante.
                   --¿Dónde está Bill?
                   --Más adelante. -Ya lo tenía cerca. Richie, más que verlo, sintió su presencia-.
                ¡No quiso esperar!
                   La cabeza de Richie golpeó a Eddie en la pierna. Un momento después, Bev
                chocó de cabeza contra el trasero de Richie.
                   --¡Bill! -gritó el disc-jockey. La tubería canalizó su grito y se lo devolvió,
                haciéndole doler los oídos-. ¡Espéranos, Bill! Tenemos que estar juntos, ¿no lo
                sabes?
                   Débilmente, entre ecos, Bill gritó.
                   --¡Audra, Audra! ¿Dónde estás?
                   --¡Maldición, Gran Bill! -exclamó Richie quedamente. Se le cayeron las gafas.
                Las buscó a tientas con un juramento y volvió a ponérselas, chorreantes-. ¡Sin
                Eddie te vas a perder, so idiota! ¡Espera! ¡Espéranos! ¿Me oyes, Bill?
                ¡"Espéranos, maldita sea"!
                   Hubo un torturante momento de silencio. Al parecer, nadie respiraba. Richie no
                oía mas que el goteo distante. En ese momento la tubería estaba seca, a
                excepción de algún charco estancado.
                   --¡Bill! -Se pasó una mano temblorosa por el pelo intentando contener las
                lágrimas-. ¡Por favor, espéranos! ¡Por favor!
                   La voz de Bill llegó aún más débil.
                   --Estoy esperando.
                   --Joder -murmuró Richie. Dio una palmada al trasero de Eddie-. Sigue.
                   --No sé si podré ir mucho más allá con un solo brazo -dijo Eddie, como pidiendo
                disculpas.
                   --Sigue igual.
                   Y Eddie volvió a gatear.
                   Bill, ojeroso y casi exhausto, los esperaba en el tubo de cloaca donde se
                alineaban tres tuberías como lentes de semáforos. Allí había espacio suficiente y
                todos se pusieron de pie.
                   --Allá -dijo Bill-. C-Criss. Y B-B-Belch.
                   Miraron. Beverly soltó un gemido y Ben la rodeó con un brazo. El esqueleto de
                Belch Huggins, vestido con harapos enmohecidos, parecía más o menos intacto.
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