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Dio de lleno contra la espalda de Bill Denbrough y lo arrojó a un lado. Se oyó un
ruido acuoso, desgarrante, seguido por un maullido ansioso que Eddie no oyó
tanto con el oído como con la mente. Levantó el inhalador.
("es ácido si yo quiero que lo sea así que trágatelo trágatelo")
--¡Acido de batería, maldito bastardo! -vociferó, disparando una ráfaga.
Al mismo tiempo le soltó una patada. Su pie se hundió profundamente en la
gelatina de su córnea. Un borbotón de fluido caliente le cubrió la pierna. Retiró el
pie, apenas consciente de que había perdido el zapato.
--¡Vete de aquí! ¡Desaparece! ¡Pírate!
Sintió que los tentáculos lo tocaban. Disparó el inhalador otra vez, rociando el
ojo, y sintió u oyó otra vez aquella especie de quejido, casi asombrado y dolorido.
--¡Luchad contra "Eso"! -rugió Eddie-. ¡Vamos, que es sólo un maldito ojo!
¡Luchad! ¿No me oís?, ¡Lucha, Bill! ¡Venga, grandísimos maricas, lo estoy
haciendo papilla y tengo un brazo roto!
Bill sintió que recobraba las fuerzas. Arrancó el brazo chorreante del ojo y lo
golpeó con el puño cerrado. Un momento después, Ben estaba a su lado. Corrió
contra aquello, gruñó de sorpresa y asco y descargó una andanada de golpes
contra la superficie gelatinosa.
--¡Suéltala! -gritaba-. ¡Suéltala! ¡Vete de aquí! ¡Largo!
--¡No es más que un ojo! ¡Un simple ojo! -aullaba Eddie. Apretó nuevamente su
inhalador y sintió que "Eso" se retiraba. Los tentáculos que había hundido en él
cayeron-. ¡Richie, Richie! ¿no lo entiendes? ¡Es sólo un ojo!
Richie se adelantó a tropezones, sin poder creerlo: estaban derrotando al
monstruo más espantoso del mundo. Sólo le dio un puñetazo débil. La sensación
de hundir el puño en el ojo le revolvió el estómago. Emitió un ruido extraño ("glurt")
y la idea de que acababa de vomitar sobre el ojo lo hizo repetirlo. Sólo le había
dado un golpe, pero tal vez, puesto que ese monstruo era creación suya, bastaría
con eso. De pronto, los tentáculos desaparecieron. Todos oyeron su retirada. Sólo
quedaron los jadeos de Eddie y el quedo llanto de Beverly que se cubría la oreja
sangrante.
Bill encendió una de las tres cerillas restantes. Todos se miraron, aturdidos y
espantados. Por el brazo izquierdo de Bill corría una pasta espesa y turbia que
parecía una mezcla de clara de huevo, parcialmente coagulada, con moco. A
Beverly le goteaba la sangre por el cuello. En la mejilla de Ben había un corte.
Richie se ajustó lentamente las gafas en la nariz.
--¿T-t-todos bien? -preguntó Bill con voz ronca.
--¿Y tú, Bill? -preguntó Richie.
--S-s-sí. -Giró hacia Eddie y lo abrazó con fiera intensidad-. Me has s-salvado la
v-v-vida.
--Se comió tu zapato -observó Beverly con una risa alocada-. ¡Caray!
--Cuando salgamos de aquí te compraré un par nuevo -prometió Richie,
palmoteando a Eddie en la espalda-. ¿Cómo lo hiciste, Eddie?
--Le disparé con mi inhalador. Fingí que era ácido. Tiene gusto a ácido cuando lo
uso mucho. Funcionó de maravilla.
--¡Lo estoy haciendo papilla y tengo un brazo roto! -imitó Richie, con una risita
demencial-. No ha estado mal, Eds.
--Detesto que me llames Eds.