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--Lo sé -dijo Richie, abrazándolo con fuerza-, vaya, pero alguien tiene que
                fortalecerte, Eds. Cuando crezcas y dejes de llevar la existencia protegida de todo
                niño, descubrirás que la vida no siempre es tan fácil, chaval.
                   Eddie comenzó a chillar de risa.
                   --Ésa es la voz más horrible que he oído, Richie.
                   --Bueno, ten ese inhalador a mano -dijo Beverly-. Tal vez vuelva a hacer falta.
                   --Eso ha d-d-desap-parecido -dijo Bill. Y agregó, ceñudo-: Pero nos estamos a-a-
                acercando al s-s-sitio donde v-v-vive. Y c-c-creo que esta v-v-vez lo hemos he-e-
                rido.
                   --Henry todavía nos sigue -señaló Stan con voz ronca-. Lo oigo por allá atrás.
                   --Entonces sigamos -propuso Ben.
                   Lo hicieron. El túnel descendía más y más. Aquel hedor denso y salvaje se iba
                tornando más potente. A veces oían a Henry que los seguía, pero ya sus gritos
                parecían lejanos e inofensivos. Todos ellos tenían una sensación similar a la
                impresión de haberse desconectado que habían experimentado en la casa de
                Neibolt Street. Era como si hubieran avanzado hasta franquear el borde del mundo
                para caer en una extraña nada. Bill sentía (aunque no tenía el vocabulario
                suficiente para expresarlo) que se estaban acercando al oscuro y ruinoso corazón
                de Derry.
                   Miken Hanlon tuvo la sensación de que casi podía escuchar el latido enfermo y
                arrítmico de ese corazón. Beverly experimentó un poder maligno que crecía
                alrededor de ella tratando de envolverla y de separarla de sus compañeros para
                dejarla sola. Nerviosa, alargó las manos a ambos lados y tomó las de Bill y Ben.
                Le pareció que había tenido que estirarse demasiado.
                   --¡Tomaos de las manos! -indicó, nerviosa-. ¡Creo que nos estamos separando!
                   Stan fue el primero en darse cuenta de que se podía ver otra vez. En el aire
                había un resplandor difuso, extraño. Al principio sólo vio manos: las suyas,
                aferradas a la de Ben y la de Mike. luego notó que distinguía los botones de la
                embarrada camisa de Richie y el anillo de Capitán Medianoche, obtenido en una
                caja de cereales, que Eddie llevaba en el meñique.
                   --¿Veis algo? -preguntó, deteniéndose.
                   Los otros también se detuvieron. Bill echó una mirada alrededor y notó que veía,
                y que el túnel se había ensanchado asombrosamente. Ahora estaban en una
                cámara curva, tan grande como el túnel sumer de Boston. Más grande, se corrigió
                al seguir observando, cada vez más sobrecogido.
                   Todos estiraron el cuello para mirar el techo; estaba a quince metros o más,
                sostenido por contrafuertes curvados que parecían costillas. Entre ellos pendían
                telarañas polvorientas. El suelo era de lajas, pero estaba cubierto de tal
                acumulación de polvo que el ruido de sus pasos no había cambiado. Los muros
                curvados estaban separados por unos quince metros a cada lado.
                   --Creo que los de obras sanitarias enloquecieron al llegar aquí -dijo Richie,
                riendo con nerviosismo.
                   --Parece una catedral -comentó Beverly.
                   --¿De dónde viene esa luz? -inquirió Ben.
                   --Pa-parece sa-salir de las p-p-paredes -dijo Bill.
                   --Esto no me gusta nada -dijo Stan.
                   --Va-va-vamos. He-e-enry nos v-vviene pi-pisan-do los t-t-talones.
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