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desaparecido; hasta costaba creer que hubiera podido hablar así alguna vez-.
¿Qué le voy a decir a mi madre?
Bill sonrió.
--¿P-p-por qué no te pr-preocupas de eso c-c-cuan-do sa-sa-salgamos de a-
aaquí? Asp-pira una b-bo-canada.
Eddie lo hizo, inhalando profundamente. Después estornudó.
-Has estado grandioso, tío -dijo Richie a Stan-.
-¡Grandioso!
Stan temblaba de pies a cabeza.
--Es que no hay ningún pájaro como ése. No lo hubo nunca. Ni lo habrá.
--¡Aquí estamos! -vociferó Henry, desde atrás. Su voz era completamente
demencial: reía y aullaba; parecía algo salido del infierno-. ¡Belch y yo! ¡Ya veréis,
mierditas secas! ¡No podéis escapar!
--¡V-v-vete, Henry! -gritó Bill-. ¡A-a-antes de q-q-que sea dem-demasiado ta-ta-
tarde!
La respuesta de Henry fue un aullido hueco e inarticulado. Oyeron un rumor de
pasos y, en un momento de lucidez, Bill comprendió cuál era la misión de Henry:
se trataba de un ser humano real, mortal al que no podrían detener con un
inhalador o un libro sobre pájaros. Con Henry la magia no daría resultado. Era
demasiado estúpido.
--Va-Vamos. Te-te-tenemos que alalejarnos de él.
Volvieron a avanzar, tomados de la mano. La camisa de Eddie, hecha jirones,
flameaba detrás de él. La luz fue cobrando potencia; el túnel era cada vez más
enorme. A medida que descendía, el techo se alejaba hacia arriba. Ahora tenían la
sensación, no de estar caminando por un túnel, sino de avanzar por un titánico
patio subterráneo que daba acceso a algún castillo ciclópeo. La luz de las paredes
se había convertido en un fuego amarillo verdoso. El olor era más fuerte y todos
comenzaron a captar una vibración que podía ser real o existir sólo en la mente.
Era incesante y rítmica. Era el latido de un corazón.
--¡Termina allí delante! -exclamó Beverly. ¡Mirad! ¡Hay una pared lisa!
Pero al acercarse, ya como hormigas en esa gran extensión de sucios y
enormes bloques de piedra, notaron que la pared no era completamente lisa. En
ella había una puerta. Y aunque la pared se elevaba metros y metros hacia arriba,
la puerta era muy pequeña. No llegaba a medir un metro, como las que se ven en
los cuentos de hadas. Estaba hecha de fuertes tablas de roble ligadas con bandas
de hierro en forma de X. Todos comprendieron que era una puerta hecha sólo
para niños.
Dentro de su cerebro, Ben oyó a la bibliotecaria que leía a los más pequeños:
"¿Quién camina, trip-trap, sobre mi puente?" Los chicos inclinados, con la eterna
fascinación centelleándoles en los ojos: ¿sería derrotado el monstruo... o se los
comería?
En la puerta había una marca; acumulados al pie, un montón de huesos. Huesos
pequeños. Huesos de a saber cuántos niños.
Habían llegado a la morada de "Eso".
Pero ¿qué significaba la marca que había en la puerta?
)Nota de transcripción: a continuación aparece el dibujo de una marca que
podría ser un símbolo de escritura china, escrita con tinta y a mano.(