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los pies, dentro de las botas, fueran pies de hojas, sí, un hombre-hoja, eso era
George, una cara de globo putrefacta y un cuerpo hecho de hojas muertas, como
las que a veces atascan las cloacas después de una inundación.
Vagamente oyó que Beverly chillaba.
("golpea exhausto el poste")
--Bill, por favor, Bill...
("tosco y recto e insiste infausto")
--Buscaremos mi barquito juntos -dijo George. Por las mejillas le caían gruesos
hilos de pus amarillo, remedo de lágrimas. Estiró la mano hacia Bill e inclinó la
cabeza a un lado apartando los labios de esos colmillos.
(que ha visto los espectros que ha visto los espectros "que ha visto")
--Lo encontraremos -dijo George, y Bill sintió el aliento de "Eso", un olor a
animales reventados en la autopista a medianoche. Bill vio que en la boca de
George, se retorcían cosas-. Todavía está aquí abajo, aquí abajo todo flota, Bill,
todos flotaremos.
Su mano se cerró sobre el cuello de Bill.
("Que ha visto los espectros que hemos visto a los espectros ellos nosotros tú
has visto los espectros")
La cara contraída de George se encaminó hacia el cuello de Bill.
--...flotamos.
--¡Castiga, exhausto, el poste tosco y recto! -gritó Bill.
Su voz era más grave, en nada parecida a su voz habitual y Richie, fugazmente,
recordó que Bill sólo tartamudeaba cuando hablaba con su voz normal. Cuando
fingía ser otro, jamás lo hacía.
El falso George retrocedió, siseando, y se llevó la mano al rostro, como para
protegerse.
--¡Eso es! -gritó Richie, delirante-. ¡Lo tienes, Bill! ¡Dale! ¡Dale!
--¡Castiga, exhausto, el poste tosco y recto e insiste, infausto, que ha visto los
espectros! -tronó Bill, avanzando contra el falso George-. ¡Tú no eres ningún
fantasma! ¡George sabe que yo no deseaba su muerte! ¡Mis padres se
equivocaron! ¡Me culparon a mí y eso fue un error!
El falso George giró abruptamente, chillando como una rata. "Eso" comenzó a
derretirse bajo el impermeable amarillo. El mismo material del impermeable
parecía derretirse en grandes grumos amarillos. "Eso" estaba perdiendo su forma,
tornándose amorfo.
--¡Castiga, exhausto, el poste tosco y recto, hijo de puta! -aulló Bill Denbrough-.
¡E insiste, infausto, que ha visto los espectros!
Saltó contra "Eso" y sus dedos se clavaron en el impermeable amarillo que ya
no era tal. Lo que aferró se parecía a un extraño caramelo blando, caliente, que se
fundió entre sus dedos en cuanto hubo cerrado el puño. Cayó de rodillas. En ese
momento, Richie chilló porque la cerilla acababa de quemarle los dedos y
volvieron a quedar en la oscuridad.
Bill sintió que algo le crecía en el pecho, algo caliente, sofocante y doloroso. Se
cogió las rodillas y las acercó al mentón con la esperanza de que eso calmara el
dolor; agradecía vagamente que la oscuridad impidiera a los otros presenciar su
tormento.
Oyó que se le escapaba un gemido vacilante.