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Todo volvió poco a poco. Se había sentado a escribir en su cuaderno y había
aparecido Henry Bowers. Un verdadero estallido del pasado, un hecho prodigioso.
Después de una pelea...
¡Henry! ¿Adónde había ido Henry? ¿En busca de los otros?
Mike buscó a tientas el timbre. Estaba sujeto a la cabecera de su cama. Lo tenía
ya en las manos cuando se abrió la puerta dando paso a un enfermero. Llevaba
desabrochados dos botones de la chaquetilla; el pelo revuelto le daba un
desaliñado aspecto parecido a Ben Casey. Llevaba al cuello una medalla de San
Cristóbal. Aun en ese estado confuso, no del todo consciente, Mike lo reconoció
inmediatamente. En 1958, en Derry, una niña de dieciséis años llamada Chery
Lamonica había sido asesinada por "Eso". La chica tenía un hermano de catorce
llamado Mark. Era él.
--¿Mark? -dijo Mike débilmente-. Necesito hablar contigo.
--Chist -repuso Mark, con la mano en el bolsillo-. No hables.
Entró en la habitación y se detuvo a los pies de la cama. Mike vio, con un
escalofrío, sus ojos inexpresivos. Mark Lamonica tenía la cabeza levemente
inclinada, como escuchando una música lejana. Sacó del bolsillo una jeringuilla.
--Esto te hará dormir -dijo.
Y empezó a acercarse a Mike.
11. Bajo la ciudad, 6.49.
--¡Chist! -exclamó Bill, de pronto, aunque no se oía otro ruido que el de los leves
pasos del grupo.
Richie encendió una cerilla. Las paredes del túnel se habían separado. Los cinco
parecían muy pequeños en ese lugar bajo la ciudad. Formaron un grupo apretado.
Beverly tuvo una fantasmagórica sensación de cosa ya vivida, mientras observaba
las gigantescas lajas del suelo y las redes de telarañas que pendían en lo alto.
Ahora estaban cerca. Muy cerca.
--¿Qué oyes? -preguntó a Bill, tratando de mirar a todas partes mientras el
fósforo se consumía en la mano de Richie. Esperaba ver alguna nueva sorpresa
acechando en la oscuridad. ¿Tal vez el alienígena de esa horrible película con
Sigourney Weaver? ¿Una gran rata de ojos naranja y dientes de plata? Pero no
había nada: sólo el polvoriento olor de la oscuridad y, muy lejos, el rumor del agua
precipitada como si las cloacas se estuvieran llenando.
--A-a-algo va m-mal -dijo Bill-. Mike...
--¿Mike? -se alarmó Eddie-. ¿Qué le pasa?
--Yo también lo sentí -confirmó Ben-. ¿Es...? ¿Ha muerto?
--No -dijo Bill. Sus ojos parecían distantes, carentes de emoción; toda la alarma
se concentraba en su tono y en la posición defensiva del cuerpo-. Está... e-está... -
Tragó saliva. Su garganta emitió un chasquido y sus ojos se dilataron-. ¡Oh...! ¡Oh,
no...!
--¡Bill! -gritó Beverly-. Bill, ¿qué pasa? ¿Qué...?
--¡Dad-dadme las ma-manos! -gritó Bill-. ¡Rá-rápido!