Page 752 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 752
Vio a Audra, descendiendo como en un ascensor viejo y ruinoso. Bajó tres
metros, se detuvo, balanceándose y descendió abruptamente otros cuatro o cinco
metros. Su cara no se alteraba. Tenía muy abiertos los ojos, azules como
porcelana. Los pies descalzos, se movían como péndulos. El pelo le colgaba
sobre los hombros. Tenía la boca entreabierta.
--¡"Audra"! -vociferó Bill.
--Tranquilízate, Bill -gritó Ben.
La telaraña ya estaba cayendo en derredor. Chocaba contra el piso con un ruido
sordo y empezaba a escurrirse. De pronto, Richie sujetó a Bill por la cintura y lo
empujó hacia una abertura de unos tres metros que quedaba entre el suelo y el
primer hilo de la telaraña desprendida.
--¡Ven, Bill!
--¡Ésa es Audra! -gritó Bill, desesperado-. ¡Es "Audra"!
--Me importa un bledo que sea ella o el Papa -repuso Richie, ceñudo-. Eddie ha
muerto y nosotros vamos a matar a esa araña, si es que todavía está viva. Esta
vez vamos a terminar el trabajo, Gran Bill. Y ahora, ¡vamos!
Bill se quedó un momento más. Las fotografías de los niños, de todos los niños
muertos, parecieron pasar por su mente como fotografías perdidas del álbum de
George.
--E-e-está bien. Va-vamos. Y que D-d-d-Dios me pe-perdone.
Corrió con Richie bajo la hebra de telaraña segundos antes de que cayera y se
reunió con Ben al otro lado. Ambos siguieron a la araña, mientras Audra se
bamboleaba a quince metros del suelo, envuelta en un capullo entumecedor sujeto
a la telaraña en derrumbe.
9. Ben.
Siguieron el rastro de sangre negra: aceitosos charcos goteaban en las grietas
entre las lajas. Pero a medida que el suelo empezaba a elevarse hacia una negra
abertura semicircular en el extremo más alejado de la cámara, Ben vio algo nuevo:
un rastro de huevos. Eran negros, de cáscara dura, tan grandes como de
avestruz. Una luz cerúlea los iluminaba desde dentro. Ben vio que eran
semitransparentes y distinguió unas formas negras que se movían en el interior.
"Sus hijos -pensó, sintiendo que se le estrangulaba el estómago-. Sus hijos
abortados. ¡Dios mío!"
Richie y Bill se habían detenido y miraban los huevos con anonadado
desconcierto.
--¡Seguid! ¡Seguid! -les gritó Ben-. ¡Yo me encargo de esto! ¡Atrapad a "Eso"!
--¡Cógela! -indicó Richie, arrojándole una cajita de cerillas del hotel.
Ben la atrapó en el aire. Bill y Richie siguieron corriendo mientras el arquitecto
los seguía con la vista, a la luz del resplandor cada vez más mortecino. Luego
miró uno de aquellos huevos, con su negra silueta de raya que se movía dentro, y
vaciló. Eso... joder, aquello era demasiado horrible. Reunió todo su valor. Recordó
la cara pálida y moribunda de Eddie. Y plantó una de sus botas sobre un huevo.
Se rompió con un chapoteo opaco, dejando escapar una placenta maloliente que
formó un charco. Un momento después, una araña del tamaño de una rata