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--Si tú escribiste el poema, enséñame. Tócame el pelo si quieres, Ben. Adelante.
                   --Yo, Beverly... yo....
                   Ben parece sacudirse convulsivamente. Pero ella percibe otra vez que no se
                trata sólo de miedo. Ella ha provocado parte de esa convulsión que constituye la
                médula del acto. Piensa en
                   ("los pájaros")
                   su cara, su cara seria, dulce, querida, y sabe que eso no es miedo: lo que él
                siente es deseo, un deseo profundo y apasionado que apenas puede contener, y
                ella vuelve a experimentar esa sensación de poder, de algo parecido a volar, como
                mirar desde arriba y ver todos los pájaros en los tejados, en la antena del bar de
                Wally, de ver las calles como en un mapa, oh sí, eran el amor y el deseo lo que
                enseñaban a volar.
                   --¡Ben...! ¡Sí, así...! -exclama súbitamente.
                   Y el himen se rompe.
                   Duele otra vez y por un momento Beverly tiene la sensación de ser aplastada.
                Luego él se incorpora y la sensación desaparece.
                   Es grande, oh, sí. Ben vuelve a penetrarla y el dolor es mucho más profundo que
                cuando Eddie estuvo allí. Ella tiene que morderse el labio y pensar en los pájaros
                para soportarlo, luego toca los labios de Ben con un dedo y él gime.
                   Él vuelve a embestirla y ella siente que el poder pasa súbitamente a él. Primero
                tiene la sensación de ser mecida, de una deliciosa dulzura en espiral que la hace
                girar la cabeza de lado a lado, indefensa. De sus labios cerrados brota un zumbido
                sin música, esto es volar, esto, oh amor, oh deseo, oh esto es algo imposible de
                negar, vínculo, entrega, un círculo más fuerte, vínculo, entrega.. vuelo.
                   --Oh, Ben, oh, querido, sí... -susurra mientras el sudor le perla la cara y siente el
                vínculo, indisoluble, algo muy parecido a la eternidad-. Te quiero tanto, querido
                Ben....
                   Y siente que comienza a pasar, algo de lo que las chicas que murmuran sobre
                sexo en el baño no tienen idea; ellas sólo se escandalizan de lo asqueroso que ha
                de ser el sexo y Beverly comprende ahora que, para casi todas el sexo ha de ser
                un monstruo desconocido; se refieren al acto llamándolo "Eso". ¿Harías "Eso"? Tu
                madre y tu padre ¿todavía hacen "Eso"? ¿Tu hermana hace "Eso" con su novio? Y
                aseguran que ellas no piensan hacer "Eso" jamás. Oh, sí, cualquiera pensaría que
                todas las chicas del quinto curso son futuras solteronas y Beverly comprende que
                ninguna de ellas puede imaginar esa... esa plenitud. Si no grita, es sólo porque los
                otros, al oírla, se asustarían. Se lleva la mano a la boca y muerde con fuerza.
                Ahora comprende mejor las risas chillonas de Greta bowie, Sally Mueller y las
                otras. ¿Acaso ellos siete no han pasado la mayor parte de ese verano, el más
                largo y terrible de sus vidas, riendo como chiflados? Uno ríe porque lo que da
                miedo, lo desconocido, es también lo que divierte. Uno ríe tal como los niños
                suelen reír y llorar al mismo tiempo cuando se acerca un payaso haciendo
                cabriolas, sabiendo que es divertido... pero también algo desconocido, lleno del
                poder eterno de lo desconocido.
                   Con morderse la mano no logra ahogar el grito. Sólo consigue no tranquilizar a
                los otros -y a Ben- gritando su afirmación en la oscuridad.
                   --¡Sí! ¡Sigue así!
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