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pero pendía en toda Derry como una nube y la gente no lo sentía, así como los
                cuidadores del zoológico no huelen nada después de un tiempo y hasta se
                extrañan de que los visitantes arruguen la nariz.
                   --Juntos -murmuró a Richie.
                   Su compañero asintió sin apartar los ojos de la araña, que ahora retrocedía ante
                ellos temblando sobre las abominables patas flacas, por fin dominada.
                   ("No puedo daros vida eterna, pero puedo tocaros y viviréis muchísimo tiempo,
                doscientos años, trescientos, tal vez quinientos y puedo haceros dioses en la
                Tierra, si me dejáis ir, si me dejáis ir, si me dejáis"...)
                   --¿Bill? -preguntó Richie.
                   Bill, soltando un alarido, se lanzó a la carga. Richie corrió con él, codo con codo.
                Ambos golpearon con el puño cerrado, pero Bill comprendió que, en realidad, no
                golpeaban con los puños sino con la fuerza de ambos, combinada y acrecentada
                por la fuerza del "Otro"; era la fuerza de la memoria y el deseo, pero, sobre todo,
                era la fuerza del amor y de la niñez no olvidada, como una inmensa rueda.
                   El chillido de la araña invadió la cabeza de Bill, casi astillándole el cerebro. Sintió
                que su puño se hundía en una humedad espasmódica. Su brazo penetró hasta el
                codo. Lo retiró chorreando sangre negra. Del agujero que había hecho brotó aquel
                líquido viscoso.
                   Vio que Richie estaba de pie, casi debajo de ese cuerpo abotagado, empapado
                de la sangre oscura de "Eso", en la clásica postura del boxeador, golpeándolo con
                los puños chorreantes.
                   La araña contraatacó con sus patas. Bill sintió que una de ellas le desagarraba
                de refilón la camisa y la piel. El aguijón golpeó inútilmente contra el suelo. "Eso "se
                inclinó hacia adelante tratando de morderlo. Bill, en lugar de retroceder, se
                adelantó y, en vez de usar sólo el puño, empleó el cuerpo entero convirtiéndolo en
                un torpedo. Penetró en su vientre como el "fullback" que baja los hombros y
                arremete.
                   Por un momento temió que rebotaría contra esa carne maloliente. Con un grito
                inarticulado, empujó con más fuerza, impulsándose con las piernas hincando las
                manos en "Eso". Y logró penetrar. Aquellos fluidos calientes le corrieron por la
                cara metiéndosele en las orejas. Los aspiró por la nariz, en pequeños hilos.
                   Estaba otra vez en la oscuridad, metido hasta los hombros en aquel cuerpo
                convulsionado. Y pudo percibir un ruido: como el parejo "wac-wac-wac-wac" del
                tambor de bronce que precede el desfile de un circo cuando llega a la ciudad.
                   El sonido del corazón de "Eso".
                   Oyó que Richie daba un súbito grito de dolor; luego sólo el silencio.. Bill hundió
                los puños hacia adelante. Se estaba ahogando, se estrangulaba en esa palpitante
                bolsa de aguas y entrañas.
                   "Wac-wac-wac-wac"...
                   Hundió con más fuerza las manos en "Eso", desgarrando en busca de la fuente
                de aquel sonido, perforando órganos frenéticamente. El pecho cerrado parecía
                hinchársele por falta de aire.
                   "Wac-wac-wac-wac"...
                   Y de pronto llegó al corazón: una cosa grande, viva, que bombeaba y palpitaba
                contra sus palmas.
                   --"Nononononono".
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