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De todas maneras, los resultados fueron los mismos. Mientras el rugido iba en
                constante aumento, las ventanas empezaron a hacerse añicos, los cielos rasos
                fueron cayendo y el crujir inhumano de las vigas retorcidas y de los cimientos se
                aunó hasta formar un coro horripilante. En la fachada de ladrillos de Machen, las
                grietas corrían hacia arriba por entre los agujeros de balas como manos
                codiciosas. Los cables que sostenían la marquesina del cine Aladdin sobre la calle
                se rompieron. El callejón de Richard, que corría tras la farmacia Center, se llenó
                súbitamente con una avalancha de ladrillos al derrumbarse el edificio Dowd,
                erigido en 1952. Se elevó una inmensa nube de polvo amarillento que el viento se
                llevó como un velo.
                   Al mismo tiempo estalló la estatua de Paul Bunyan, frente al Centro Cívico,
                como si se cumpliera finalmente la antigua amenaza de aquella profesora de arte.
                La cabeza, barbada y sonriente, voló perpendicularmente por el aire. Una pierna
                iba hacia adelante y la otra hacia atrás, como si Paul hubiera intentado una
                voltereta tan entusiasta que hubiera terminado por desmembrarlo. La parte media
                de la estatua estalló en una nube de esquirlas de metralla mientras la cabeza del
                hacha de plástico se elevaba al cielo lluvioso para caer luego y perforar
                limpiamente el techo del Puente de los Besos y, después, el suelo.
                   Y por fin, a las 10.02 de esa mañana, el centro de Derry se derrumbó.
                   Casi toda el agua de la torre-depósito había cruzado Kansas Street para
                terminar en Los Barrens, pero un torrente corrió hacia el distrito comercial
                haciendo el trayecto por Up-Mile Hill. Tal vez ésa fue la gota que desbordó el
                vaso... O quizá hubo, realmente, un terremoto, tal como Harold Gardener aseguró
                a su mujer. Main Street se llenó de grietas estrechas como un puño... que
                empezaron a abrirse como bocas hambrientas. El ruido del canal se elevó ya no
                ensordeciendo, sino con una potencia amenazadora. Todo empezó a
                estremecerse. El anuncio de neón que proclamaba "Liquidación de mocasines",
                frente a Shorty Squire, cayó a la calle e hizo un cortocircuito en el agua. Dos
                segundos después, el edificio de Shorty contiguo a una librería, empezó a
                "descender". El primero en ver ese fenómeno fue Buddy Angstrom, que dio un
                codazo a Alfred Zitner, quien miró boquiabierto y codeó a Harold Gardener. En
                cuestión de segundos, la operación de refuerzo con bolsas de arena quedó en
                suspenso. Los hombres alineados a ambos lados del canal se quedaron inmóviles
                mirando fijamente la escena bajo la lluvia torrencial, con el horror estampado en la
                cara. Shorty Squire parecía estar en algún gigantesco ascensor que iba hacia
                abajo. Se hundió en el cemento con majestuosa dignidad. Cuando se detuvo, uno
                habría podido entrar por las ventanas del segundo piso desde la acera inundada.
                Brotaba agua de todo el edificio. Un momento después, el propietario apareció en
                el tejado agitando desesperadamente los brazos para que lo rescataran. Pero fue
                totalmente borrado, al hundirse también el edificio de oficinas contiguo en cuya
                planta baja estaba la librería. Por desgracia, éste no se hundió tan en línea recta
                como el de Shorty, sino con una marcada inclinación (por un momento, se pareció
                a esa chapuza de Pisa, esa torre que aparece en todas las cajas de fideos). Al
                inclinarse empezó a despedir ladrillos por los lados y desde arriba; varios de ellos
                golpearon al propietario. Harold Gardener lo vio retroceder, tambaleándose,
                llevándose las manos a la cabeza... en el momento en que los tres pisos
                superiores de la librería se deslizaban limpiamente. Entre los que estaban
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