Page 788 - Microsoft Word - King, Stephen - IT _Eso_.DOC.doc
P. 788
--Vamos a dar un paseo -dijo Bill y empezó a pedalear hacia Palmer Lane-.
Quiero que te sujetes, Audra. Me parece... me parece que vamos a tomar una
buena v-v-velocidad.
"Siempre que yo no pierda las agallas."
Pensó en el chico que había conocido en los primeros días de su estancia en
Derry, cuando todavía estaba pasando "Eso". "Con un patinete no se puede tener
cuidado", había dicho el pequeño.
"Nunca se dijo una verdad mayor, criatura."
--Audra, ¿estás bien?
No hubo respuesta. ¿Acaso ella había ceñido un poco más su cintura?
Probablemente eran imaginaciones suyas.
Llegó a la acera y miró a la derecha. Palmer Lane corría directamente hasta
Upper Main, donde un giro hacia la izquierda lo pondría en la colina que descendía
hacia el centro. Colina abajo. Tomando velocidad. Sintió un estremecimiento de
miedo y una idea perturbadora: "Los huesos viejos se rompen con facilidad."
Le pasó por la mente con tanta velocidad que apenas pudo registrarla. Pero...
Pero no todo era inquietud, ¿verdad? No. También había deseo... lo mismo que
había experimentado al ver que el niño pasaba con el patinete bajo el brazo. El
deseo de ir a toda velocidad, de sentir el viento que pasa sin saber si uno corre
hacia él o si huye con él. De andar. De volar.
Inquietud y deseo. Había mucha diferencia entre el mundo y el deseo: la misma
diferencia que entre el adulto, que calcula el riesgo, y el niño, que se sube y echa
a andar. Toda la diferencia del mundo. Sin embargo, no era tanta. En realidad,
ambas cosas no eran incompatibles. Como cuando uno se aproxima a la primera
pendiente de la montaña rusa donde empieza la emoción.
Inquietud y deseo. Lo que se desea y lo que se tiene miedo de buscar. El dónde
se ha estado y a dónde se desea ir. Un rock and roll decía algo de querer la chica,
el coche, el lugar donde arraigarse y ser uno mismo.
Bill cerró los ojos por un momento, sintiendo a su espalda el suave peso inerte
de su mujer, sintiendo la colina allá delante, sintiendo su propio corazón dentro de
sí.
"Sé valiente, sé leal, aguanta."
Volvió a impulsar a "Silver".
--¿Quieres bailar el rock and roll, Audra?
No hubo respuesta. Pero no importaba. Él estaba listo.
--Sujétate, entonces.
Empezó a pedalear con fiereza. Al principio resultó difícil. "Silver" se balanceaba
peligrosamente y el peso de Audra aumentaba el desequilibrio. Sin embargo, ella
debía de estar haciendo algún movimiento inconsciente para equilibrarse; de lo
contrario ya se habrían estrellado. Bill se irguió sobre los pedales sujetando el
manillar con firmeza, la cabeza hacia el firmamento, los ojos entrecerrados.
"Nos vamos a hacer papilla contra la calzada, nos partiremos la crisma..."
"No, nada de eso; vamos Bill, vamos Bill, lánzate sin vacilar."
Se irguió más sobre los pedales haciéndolos girar, lamentando cada cigarrillo
que había fumado en los últimos veinte años. "¡Al infierno con eso también!",
pensó, y un arrebato de loco entusiasmo le hizo sonreír.