Page 243 - La sangre manda
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—Ese es el trato.
—Y usted guardará silencio.
—A menos que haya otra escuela Macready, sí. Si la hay, empezaré a
gritarlo a los cuatro vientos. Y seguiré gritando hasta que alguien me crea.
—De acuerdo.
Tiende la mano, pero no parece sorprenderle que Holly no la acepte. Ni la
toque siquiera. Se pone en pie y sonríe de nuevo. Es la sonrisa que a ella le
provoca ganas de gritar.
—Lo de esa escuela fue un error. Ahora me doy cuenta.
Se pone las gafas de sol, y prácticamente ha cruzado media terraza antes
de que Holly tenga tiempo de registrar que se ha ido. No mentía sobre su
rapidez. Tal vez ella pudiera haber esquivado sus manos si hubiese intentado
agarrarla por encima de la pequeña mesa, pero tiene sus dudas. Una rápida
torsión y se habría ido, dejando a una mujer con la barbilla apoyada en el
pecho, como si se hubiera quedado dormida ante su pequeño almuerzo. Pero
solo es un alivio temporal.
«De acuerdo», ha dicho él. Solo eso. Sin vacilar, sin pedir garantías. Sin
preguntar cómo sabría ella con certeza que una futura explosión causante de
numerosas víctimas —en un autobús, en un tren, en un centro comercial como
ese— no era obra suya.
«Lo de esa escuela fue un error», ha dicho él. «Ahora me doy cuenta».
Pero el error era ella, un error que había que subsanar.
No tiene intención de pagarme; se propone matarme, piensa mientras lleva
su porción de pizza intacta y su taza de Starbucks a la papelera más cercana.
A continuación casi se echa a reír.
¿Acaso no lo sabía desde el principio?
3
En el aparcamiento del centro comercial hace frío y sopla el viento. En el
punto álgido de la temporada de compras navideñas, debería estar lleno, pero
se encuentra solo a media capacidad, como mucho. Holly es perfectamente
consciente de que está sola. Hay amplios espacios vacíos donde el viento
puede ejercer su efecto de verdad, entumecerle el rostro y, en ocasiones, casi
hacer que se tambalee, pero también hay grupos de coches aparcados.
Ondowsky podría estar oculto detrás de cualquiera de ellos, dispuesto a
abalanzarse («Soy muy rápido») y agarrarla.
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