Page 284 - La sangre manda
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El joven ensangrentado que tiene delante sonríe.

                    —Si te prometo que nunca, jamás, volveré a llamarte Hollyberry, ¿tendré
               que contestar a esas preguntas?





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               En el vestíbulo, quince minutos más tarde.
                    A Barbara el pantalón de Holly le queda demasiado ajustado y corto, pero
               ha  conseguido  abotonárselo.  En  las  mejillas  y  la  frente  ha  empezado  a
               atenuarse  el  color  ceniciento.  Sobrevivirá,  piensa  Holly.  Tendrá  pesadillas,

               pero lo superará.
                    La  sangre  en  la  cara  de  Jerome,  ya  más  seca,  presenta  un  aspecto  de
               cerámica  craquelada.  Dice  que  tiene  un  dolor  de  cabeza  de  mil  demonios,
               pero  no,  no  está  mareado.  No  tiene  náuseas.  A  Holly  no  le  extraña  que  le

               duela la cabeza. Aunque lleva Tylenol en el bolso, no se atreve a ofrecérselo.
               En urgencias le darán unos puntos —y sin duda le harán una radiografía—,
               pero  ahora  mismo  debe  asegurarse  de  que  sus  versiones  de  lo  ocurrido
               coinciden. Una vez resuelto eso, tiene que acabar de poner orden también ella.

                    —Vosotros dos habéis venido aquí porque yo no estaba en casa —dice—.
               Pensabais que me encontraríais en la oficina, poniéndome al corriente, porque
               había pasado unos días con mi madre. ¿Entendido?
                    Ellos asienten, dispuestos a dejarse guiar.

                    —Habéis ido a la puerta lateral del callejón de servicio.
                    —Porque conocemos el código —dice Barbara.
                    —Sí. Y había un atracador. ¿Entendido?

                    Más gestos de asentimiento.
                    —Te  ha  pegado,  Jerome,  y  ha  intentado  agarrar  a  Barbara.  Ella  se  ha
               defendido con el espray de pimienta que llevaba en el bolso. Le ha rociado de
               pleno en la cara. Jerome, tú te has levantado de un salto y has forcejeado con
               él. Ha huido. Luego los dos habéis entrado en el vestíbulo y avisado al 911.

                    —¿Por qué veníamos a verte? —pregunta Jerome.
                    Holly  no  tiene  respuesta.  Se  ha  acordado  de  restablecer  el  parche  del
               ascensor  (lo  ha  hecho  mientras  Barbara  estaba  en  el  lavabo  limpiándose  y

               cambiándose, ha sido coser y cantar) y ha dejado el arma de Bill en el bolso
               (por si acaso), pero ni siquiera se ha planteado lo que Jerome le pregunta.
                    —Las compras de Navidad —sugiere Barbara—. Queríamos arrancarte de
               la oficina para que vinieras de compras con nosotros. ¿Verdad, Jerome?





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