Page 283 - La sangre manda
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—Hermana, no te lo tomes como algo personal, pero no hueles muy bien.

                    —Ya me ocupo yo de él, Barbara —dice Holly—. En mi armario hay un
               pantalón y camisetas. Creo que te quedarán bien. Coge algo para cambiarte.
               Lávate en el cuarto de baño.
                    Está claro que eso es lo que Barbara desea hacer, pero aún se queda un

               momento.
                    —¿Seguro que estás bien, J?
                    —Sí —dice él—. Ve a lo tuyo.
                    Barbara se aleja por el rellano en dirección a Finders Keepers. Holly palpa

               la nuca a Jerome, no nota hinchazón e insiste en que baje la cabeza. Ve una
               laceración menor en la coronilla y una herida mucho más profunda debajo,
               pero  el  grueso  del  golpe  debe  de  habérselo  llevado  el  occipital  (y  ha
               resistido). Piensa que Jerome ha tenido suerte.

                    Piensa que todos la han tenido.
                    —Yo también necesito limpiarme —dice Jerome, y mira hacia el lavabo
               de hombres.
                    —No,  mejor  no.  Probablemente  tampoco  debería  habérselo  permitido  a

               Barbara, pero no quiero que reciba a la policía con la… en semejante estado.
                    —Una mujer con un plan, lo noto —dice Jerome, y se rodea el torso con
               los brazos—. Dios, qué frío.
                    —Es por el shock. Necesitas beber algo caliente. Te prepararía un té, pero

               no hay tiempo para eso. —De pronto la asalta una idea horrenda: si Jerome
               hubiera cogido el ascensor, todo el plan, precario como era, se habría venido
               abajo—. ¿Por qué has subido por la escalera?
                    —Para que no me oyera. Incluso con el peor dolor de cabeza del mundo,

               sabía dónde estaría ese hombre. Tú eras la única persona en el edificio. —
               Hace una pausa—. No, Kozlowsky, no. Ondowsky.
                    Barbara regresa con la ropa limpia en los brazos. Llora otra vez.
                    —Holly…,  lo  he  visto  transformarse.  Su  cabeza  se  ha  convertido  en

               gelatina. Se… se…
                    —Pero ¿de qué demonios habla? —pregunta Jerome.
                    —Dejemos  eso  ahora.  Quizá  más  tarde.  —Holly  da  un  breve  abrazo  a
               Barbara—. Límpiate, cámbiate de ropa. Y por cierto, fuera lo que fuera, ahora

               está muerto. ¿Entendido?
                    —Entendido —susurra ella, y entra en el baño.
                    Holly se vuelve hacia Jerome.
                    —¿Seguiste  el  rastro  a  mi  teléfono,  Jerome  Robinson?  ¿Fue  Barbara?

               ¿Los dos?




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