Page 285 - La sangre manda
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—Ah, sí, exacto —dice Jerome—. Iba a ser una sorpresa. ¿Estabas aquí,

               Holly?
                    —No  —contesta  ella—.  Me  había  ido.  De  hecho,  no  estoy.  He  ido  de
               compras al otro lado de la ciudad. Allí estoy ahora. No me habéis llamado
               justo después de la agresión, porque… bueno…

                    —Porque no queríamos preocuparte —dice Barbara—. ¿Verdad, Jerome?
                    —Verdad.
                    —Bien —dice Holly—. ¿Recordaréis los dos esa versión?
                    Ellos responden que sí.

                    —Entonces ha llegado el momento de que avises al 911, Jerome.
                    —¿Y tú qué vas a hacer, Hols? —pregunta Barbara.
                    —Limpiar. —Holly señala el ascensor.
                    —Dios mío —dice Jerome—. Me había olvidado de que ahí abajo hay un

               cadáver. Me había olvidado por completo.
                    —Yo no —dice Barbara, y se estremece—. Por Dios, Holly, ¿cómo vas a
               explicar la presencia de un muerto en el fondo del hueco del ascensor?
                    Holly recuerda lo que ocurrió con el otro visitante.

                    —No creo que sea un problema.
                    —¿Y si sigue vivo?
                    —Es una caída de cinco pisos, Barb. Seis, si contamos el sótano. Y luego
               el ascensor… —Holly vuelve hacia arriba la palma de una mano y baja la otra

               sobre ella hasta formar un sándwich.
                    —Ah —dice Barbara con voz apagada—. Ya.
                    —Llama al 911, Jerome. Me parece que en esencia estás bien, pero no soy
               médico.

                    Mientras  él  telefonea,  Holly  se  acerca  al  ascensor  y  lo  hace  subir  a  la
               planta baja. Con el parche otra vez instalado, funciona perfectamente.
                    Cuando se abre la puerta, Holly ve un gorro de piel, de esos que los rusos
               llaman ushanka. Recuerda al hombre que ha pasado por su lado cuando abría

               la puerta del vestíbulo y piensa que efectivamente era él.
                    Se vuelve hacia sus dos amigos con el gorro en una mano.
                    —Repetidme esa versión.
                    —Un atracador —dice Barbara, y Holly decide que con eso basta.

                    Son  listos,  y  el  resto  de  la  historia  es  sencillo.  Si  todo  sale  como  ella
               prevé, la policía en cualquier caso no va a mostrar mucho interés en saber
               dónde estaba ella.









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