Page 300 - La sangre manda
P. 300

Esa tarde fue a ver a su antiguo jefe de departamento. Al Stamper se había
               retirado súbitamente al final del semestre de primavera, dejando vía libre a

               Arlene  Upton,  también  conocida  como  la  Bruja  Mala  del  Teatro  Isabelino,
               para  ocupar  por  fin  el  puesto  de  autoridad  que  durante  tanto  tiempo  había
               deseado. No, codiciado.
                    Nadine Stamper dijo a Drew que Al estaba bebiendo té helado y tomando

               el sol en el jardín trasero. Parecía tan preocupada como Lucy cuando Drew
               dejó caer la idea de irse a la cabaña de TR-90 durante alrededor de un mes, y
               cuando Drew salió al jardín, entendió por qué. También comprendió por qué
               Al Stamper —que había dirigido el departamento de Literatura Inglesa como

               un  déspota  benévolo  durante  quince  años—  había  abandonado  el  cargo  de
               repente.
                    —No te quedes ahí pasmado y ven a tomar un té —dijo Al—. Te apetece,
               y lo sabes.

                    Al  siempre  creía  saber  qué  le  apetecía  a  la  gente.  Arlene  Upton  lo
               aborrecía en gran medida porque por lo general Al sabía qué le apetecía a la
               gente.
                    Drew tomó asiento y cogió el vaso.

                    —¿Cuántos kilos has perdido, Al?
                    —Trece. Sé que parecen más, pero es porque antes estaba en mi peso. Es
               de páncreas. —Vio la expresión de Drew y alzó el dedo que utilizaba para
               atajar las discusiones en las reuniones de claustro—. Aún no hace falta que tú

               o  Nadine  o  quien  sea  se  ponga  a  redactar  la  necrológica.  Los  médicos  lo
               detectaron relativamente pronto. Hay mucha confianza.
                    Drew no vio a su viejo amigo muy confiado, pero se lo calló.

                    —No hablemos más de mí. Hablemos de la razón que te trae por aquí.
               ¿Has decidido ya a qué vas a dedicar tu año sabático?
                    Drew le dijo que quería probar de nuevo a escribir una novela. Esta vez,
               afirmó,  estaba  casi  seguro  de  que  podía  sacarla  adelante.  Convencido,  de
               hecho.

                    —Eso mismo dijiste sobre La aldea de la colina —señaló Al—, por poco
               tu trenecito descarriló cuando el proyecto se torció.
                    —Hablas como Lucy —repuso Drew—. No me lo esperaba.

                    Al se inclinó hacia delante.
                    —Escúchame,  Drew.  Eres  un  profesor  excelente  y  has  escrito  algunos
               relatos magníficos…
                    —Media docena —lo interrumpió Drew—. Avisa al Libro Guinness de
               los récords.



                                                      Página 300
   295   296   297   298   299   300   301   302   303   304   305