Page 301 - La sangre manda
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Al le quitó importancia con un gesto.

                    —«Rayado» se incluyó en la antología Mejores relatos…
                    —Sí —dijo Drew—. La que seleccionó Doctorow. Que ya lleva unos años
               muerto.
                    —Muchos buenos escritores han creado solo relatos —insistió Al—. Poe.

               Chéjov. Carver. Y aunque sé que tiendes a apartarte de la narrativa popular,
               en  esa  misma  dirección  van  Saki  y  O.  Henry.  Harlan  Ellison  en  tiempos
               modernos.
                    —Todos ellos pasaron con creces de la media docena. Y, Al, se trata de

               una gran idea. De verdad.
                    —¿Quieres contármela por encima? ¿A ojo de dron, por así decirlo? —
               Observó a Drew—. No quieres. Ya veo que no.
                    Drew,  que  era  precisamente  eso  lo  que  estaba  deseando  —¡porque  era

               fenomenal, casi perfecta!—, negó con la cabeza.
                    —Mejor no airearla, creo. Voy a retirarme un tiempo a la vieja cabaña de
               mi padre. Lo justo para ponerla en marcha.
                    —Ah, en TR-90. Las quimbambas, en otras palabras. ¿Qué opina Lucy de

               eso?
                    —No le entusiasma, pero su hermana la ayudará con los niños.
                    —No son los niños lo que le preocupa, Drew. Creo que eso ya lo sabes.
                    Drew no dijo nada. Pensó en el salón del oeste. Pensó en el sheriff. Ya

               tenía el nombre del sheriff. Era James Averill.
                    Al tomó un sorbo de té y luego dejó el vaso junto a un ajado ejemplar de
               El  Mago  de  Fowles.  Drew  imaginó  que  había  subrayados  en  todas  las
               páginas: verde para los personajes, azul para el tema, rojo para las frases que

               Al  consideraba  dignas  de  mención.  Aún  le  brillaban  los  ojos,  azules,  pero
               ahora los tenía también una pizca acuosos y ribeteados. A Drew no le gustó la
               idea de estar viendo cómo se acercaba la muerte en esos ojos, pero pensó que
               posiblemente así era.

                    Al se inclinó hacia delante y juntó las manos entre los muslos.
                    —Dime una cosa, Drew. Dime por qué es esto tan importante para ti.





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               Esa noche, después de hacer el amor, Lucy le preguntó si de verdad tenía que
               irse.
                    Drew se detuvo a pensarlo. A pensarlo de verdad. Ella se lo merecía. Eso
               y mucho más. Había permanecido junto a él, y él, en su mala época, se había



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