Page 303 - La sangre manda
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—Ni lo uno ni lo otro, ya que no existe la menor garantía de que llegue a
publicarse. Y si acabara en el cajón de un escritorio, como tantas malas
novelas en cualquier parte de este mundo nuestro, me daría igual. —En
cuanto estas palabras salieron de su boca, comprendió que era la verdad.
—Entonces ¿qué?
A Al le había hablado de culminación. Y de la emoción de explorar un
territorio ignoto. (Eso no acababa de creérselo del todo, pero sabía que
complacería a Al, un romántico en secreto). Con Lucy esas bobadas no
servían.
—Tengo las herramientas —dijo por fin—. Y tengo el talento. Así que
podría ser buena. Incluso podría ser comercial, si es que entiendo el
significado de esa palabra en lo que se refiere a narrativa. Que sea buena me
importa, pero no es lo principal. No es lo más importante. —Se volvió hacia
ella, le cogió las manos y apoyó la frente contra la suya—. Necesito terminar.
Solo eso. A eso se reduce. Después podré escribir otra, y con mucho menos
Sturm und Drang, o dejarlo correr. Tanto lo uno como lo otro me parecerá
bien.
—En otras palabras, pasar página.
—No. —Había utilizado esa expresión con Al, pero solo porque Al podía
entenderla y aceptarla—. Es otra cosa. Algo casi físico. ¿Recuerdas cuando
Brandon se atragantó con aquel tomate cherry?
—Nunca lo olvidaré.
Bran tenía cuatro años. Estaban comiendo en el Country Kitchen de Gates
Falls. Brandon empezó a ahogarse y a sufrir arcadas y se aferró la garganta.
Drew lo agarró, le dio la vuelta y le aplicó la maniobra de Heimlich. El
tomate salió despedido de una pieza, y con un audible plop, como el corcho
de una botella. No sufrió ningún daño, pero Drew nunca olvidaría la
expresión de súplica en los ojos de su hijo al darse cuenta de que no podía
respirar, y suponía que Lucy tampoco lo olvidaría.
—Esto es lo mismo —dijo Drew—. Solo que lo tengo atascado en el
cerebro, no en la garganta. No es que esté asfixiándome, exactamente, pero no
tengo aire suficiente. Necesito terminar.
—De acuerdo —dijo ella, y le dio unas palmadas en la mejilla.
—¿Lo entiendes?
—No —respondió Lucy—. Pero tú sí, y supongo que con eso basta.
Ahora voy a dormirme. —Se volvió de costado.
Drew permaneció despierto durante un rato, pensando en un pueblo
pequeño del oeste, una parte del país donde nunca había estado. Aunque eso
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