Page 302 - La sangre manda
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apoyado en ella. Lo expresó llanamente.

                    —Luce, esta podría ser mi última oportunidad.
                    Se  produjo  un  largo  silencio  en  el  lado  de  la  cama  que  ocupaba  Lucy.
               Drew esperó, consciente de que, si ella se oponía a que se fuera, acataría sus
               deseos. Finalmente Lucy dijo:

                    —De  acuerdo.  Lo  quiero  por  ti,  pero  me  asusta  un  poco,  no  te  voy  a
               mentir. ¿De qué tratará? ¿O no quieres contármelo?
                    —Sí quiero. Me muero de ganas de soltarlo, pero es mejor dejar que se
               acumule  la  presión.  Eso  mismo  le  he  contestado  a  Al  cuando  me  lo  ha

               preguntado.
                    —Mientras no vaya de profesores que se lo montan con las mujeres de los
               otros profesores, beben más de la cuenta y tienen crisis de la mediana edad…
                    —En otras palabras, mientras no sea como La aldea de la colina.

                    Ella le dio un codazo.
                    —Tú lo has dicho, señor mío, no yo.
                    —No tiene nada que ver con eso.
                    —¿No puedes esperar, cielo? ¿Una semana? ¿Solo para tener la seguridad

               de que es algo real? —Y bajando la voz, añadió—: ¿Por mí?
                    Él no quería; quería viajar al norte al día siguiente y empezar a escribir al
               otro. Pero… «solo para tener la seguridad de que es algo real». Tal vez no
               fuese tan mala idea.

                    —Eso sí es posible.
                    —De acuerdo. Bien. Y si te marchas al norte, ¿estarás bien? ¿Me lo juras?
                    —Estaré perfectamente.
                    Drew vio el brillo fugaz de sus dientes cuando sonrió.

                    —Eso dicen siempre los hombres, ¿no?
                    —Si no sale bien, volveré. Si la situación empieza a parecerse…, ya me
               entiendes.
                    A eso ella no respondió, o bien porque le creyó o bien porque no le creyó.

               En cualquier caso, no había conflicto. No iban a discutir al respecto, y eso era
               lo importante.
                    Pensaba que Lucy ya se había dormido, o estaba a punto, cuando le hizo
               la misma pregunta que Al Stamper. Nunca se lo había preguntado antes, ni

               durante sus dos primeras intentonas con narrativa larga ni siquiera durante la
               constante calamidad que fue La aldea de la colina.
                    —¿Por  qué  es  tan  importante  para  ti  escribir  una  novela?  ¿Es  por  el
               dinero? Porque con tu salario y los trabajos de contabilidad que a mí me van

               saliendo nos va bien. ¿O es por el prestigio?




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