Page 44 - La sangre manda
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encabezamiento, derecho al grano. Se lo leí en voz alta a mi padre.
Craig:
Si estás leyendo esto, he muerto. Te he dejado 800.000
dólares en un fideicomiso. Los administradores son tu padre y
Charles Rafferty, que es mi gerente y que ahora actúa como mi
albacea. Calculo que esta suma te bastará para los cuatro años
de universidad y cualquier estudio de posgrado que decidas
hacer. Debería ser suficiente para ayudarte a empezar en la
profesión que elijas.
Me comentaste la posibilidad de dedicarte a escribir
guiones. Si eso es lo que quieres, por supuesto debes intentarlo,
pero yo no lo apruebo. Hay un chiste muy vulgar sobre los
guionistas que no repetiré aquí, pero no dejes de buscarlo en tu
teléfono; palabras clave: guionista y starlet. Contiene una
verdad subyacente que creo que captarás incluso a tu edad
actual. Las películas son efímeras; en cambio, los libros —los
buenos— son eternos, o casi. Tú me has leído muchos buenos
libros, pero otros esperan a ser escritos. Solo digo eso.
Aunque tu padre tiene derecho a veto en todo lo
concerniente al fideicomiso, lo más inteligente por su parte
sería no ejercerlo en lo concerniente a cualquier inversión que
sugiera el señor Rafferty. En cuestiones de mercados, Chick se
las sabe todas. Aun contando con los gastos académicos, tus
800.000 pueden haber aumentado a un millón o más para
cuando llegues a los veintiséis años, fecha en que el fideicomiso
expirará y podrás gastar ese dinero (o invertirlo, siempre la
opción más sensata) como quieras. He disfrutado de nuestras
tardes juntos.
Un saludo muy cordial,
Señor HARRIGAN
PD: En cuanto a las felicitaciones y los billetes adjuntos, no
hay de qué.
Esa postdata me produjo ciertos escalofríos. Era casi como si contestara a
la nota que le había dejado en el iPhone cuando decidí colocárselo en el
bolsillo de la chaqueta del traje de difunto.
Mi padre ya no se reía ni dejaba escapar risitas, pero sí sonreía.
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