Page 60 - La sangre manda
P. 60
Chicas, salid a esperar al padre de Craig. Hacedle señas para que se acerque a
la puerta del personal.
Se marcharon. La señorita Hargensen se inclinó hacia mí, se acercó tanto
que olí su perfume, maravilloso. Me enamoré de ella. Sabía que aquello era
cursi, pero no pude evitarlo. Alzó dos dedos.
—Dime, por favor, que no ves tres o cuatro.
—No, solo dos.
—Vale. —Se irguió—. ¿Ha sido Yanko? Ha sido él, ¿verdad?
—No.
—¿Te crees que soy tonta? Dime la verdad.
Creía que era guapa, eso creía, pero no podía decírselo.
—No, no creo que sea tonta, pero no ha sido Kenny. Y mejor así. Porque,
imagínese, si hubiera sido él, seguramente lo detendrían, porque ya lo han
expulsado. Entonces iría a juicio, y yo tendría que presentarme en el juzgado
y contar que me dio una paliza. Todo el mundo se enteraría. Piense en la
vergüenza que pasaría.
—¿Y si pega a alguien más?
En ese momento me acordé del señor Harrigan; invoqué su espíritu, por
así decirlo.
—Eso será problema del otro. A mí lo único que me preocupa es lo que
me ha hecho a mí.
Intentó fruncir el ceño. Pero una gran sonrisa se dibujó en sus labios, y me
enamoré de ella aún más.
—Qué frialdad.
—Solo quiero salir adelante —dije. Y era la pura verdad.
—¿Sabes una cosa, Craig? Creo que lo conseguirás.
Cuando llegó mi padre, me miró de arriba abajo y felicitó a la señorita
Hargensen por su trabajo.
—En mi vida anterior, fui ayudante de un boxeador —dijo.
Él se rio. Ninguno de los dos propuso una visita a urgencias, lo cual fue
un alivio.
Mi padre nos llevó a los cuatro a casa, así que nos perdimos la segunda
parte del baile, pero nos dio igual. Billy, Margie y Regina habían tenido una
experiencia más interesante que la de agitar las manos en el aire al son de las
canciones de Beyoncé y Jay Z. En cuanto a mí, seguía reviviendo el
satisfactorio calambre que me había recorrido el brazo cuando mi puño entró
Página 60