Page 118 - Extraña simiente
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hasta  acostarse  en  su  regazo.  Rachel  acarició  distraídamente  al  animal,

               volviendo lentamente la cabeza, a medida que se iban alejando de la casa.
                    —Bueno, pues ya está —susurró.
                    Rachel  se  puso  cómoda  en  su  asiento  y  fijó  la  mirada  en  la  estrecha
               carretera.

                    —Sí —dijo Paul.
                    —Ya esta —repitió Rachel en un murmullo.
                    —Sí.
                    Paul levantó el pie del acelerador para coger con suavidad una curva larga

               y lenta.
                    —Sí, ya está —añadió Paul.
                    —A lo mejor habría funcionado, Paul.
                    —A lo mejor.

                    —Pero a lo mejor, no.
                    —También es verdad.
                    —Bueno, ahora ya no importa.
                    ¡Dios!, esto era peor que el silencio.

                    —No, no importa. Ya no.
                    Paul aceleró, la carretera no tenía curvas durante medio kilómetro, más o
               menos.
                    —¿Crees que intentaban que nos quedáramos, Paul? Tirarlo todo fuera del

               coche… ¿No crees que era un desafío, o algo así…?
                    Sí, eso estaba mejor, por lo menos iba más al grano.
                    —Es posible.
                    Paul pensó: Déjalo para más tarde, Rachel…

                    Subió la ventanilla del coche para evitar que se llenara de polvo.
                    —Bueno, es un poco difícil adivinar por qué lo hicieron, ¿no te parece?
               Quiero decir que… no sabemos nada de ellos…, ¿verdad, Paul?
                    —No. Nada.

                    Paul tenía ganas de decirle: Cambia de tema, Rachel.
                    —Por ejemplo, ¿por qué destrozaron la casa?
                    —Pero no tenemos pruebas…
                    —¡Por Dios! ¿Quién necesita pruebas? El señor Marsh no ha sido y estoy

               segura de que Lumas tampoco…
                    —¿Cómo puedes estar tan segura de eso? —preguntó Paul secamente.
                    Aminoró la velocidad del coche hasta casi detenerlo; ante él se elevaba
               una curva en ángulo recto hacia el oeste. Recordó que después de la curva, la

               carretera se estrechaba mucho y debía poner especial atención para evitar que




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