Page 121 - Extraña simiente
P. 121
siquiera te importaban demasiado los otros.
—¿Adónde me estás llevando, Rachel?
—Únicamente a que tengamos la valentía de enfrentarnos honestamente al
problema; no estamos huyendo de la casa, ni de los planes que teníamos.
Estamos huyendo de… ¡¡Paul!!
Paul dio un frenazo tremendo, espontáneo; el coche se inmovilizó en el
acto, la parte trasera peligrosamente próxima al desnivel de la carretera.
—¡Por Dios, Rachel!
Pero ella ya había abierto la portezuela del coche de par en par y se
alejaba del coche a grandes zancadas.
—¡Rachel! ¿Qué demonios pasa?
Paul la siguió, estaba en la carretera, parada, la mirada fija en algo que
veía en el valle, a la derecha.
Paul abrió su portezuela y salió a la carretera.
—¿Rachel? —le dijo hablándole por encima del coche.
—Ven aquí, Paul.
Paul vio que movía ligeramente la parte superior del brazo izquierdo,
como si quisiera señalar algo.
—¿Qué es, Rachel?
—Acércate, por favor.
Paul cerró la portezuela y dio la vuelta al coche por delante. Se detuvo a
muy corta distancia de Rachel y la miró interrogadoramente; la mirada de ella
seguía fija en un punto del valle. Volvió a señalar algo. Él miró.
El cuerpo yacía boca abajo en un pequeño claro entre los árboles, en la
pendiente opuesta del valle, con la cabeza vuelta a la derecha, las piernas
extendidas, los brazos a lo largo del cuerpo, metidos hacia dentro, de modo
que las palmas de las manos miraban hacia arriba.
—Es uno de ellos, ¿verdad, Paul? —preguntó Rachel resignada,
desesperada.
Paul no respondió durante un momento; después, salió de la carretera y
comenzó a descender la pendiente.
—Voy a traerlo, espérame aquí.
—Sí —dijo Rachel—. Ten cuidado, Paul.
Pasada casi una media hora, Paul llegó jadeante y depositó suavemente el
cuerpo en la carretera, delante del coche. Después, se enderezó.
—No lleva mucho tiempo muerta, Rachel, todavía está caliente.
Rachel se inclinó sobre el cuerpo desnudo y posó una mano sobre la
mejilla de la chica.
Página 121