Page 145 - Extraña simiente
P. 145

Paul  empezó  a  trabajar  en  él  inmediatamente,  a  cortarlo  en  trozos  que

               fueran fácilmente transportables. Decidió que éste sería el último de la carga.
               El  ingenio  que  había  improvisado  con  un  trozo  de  contrachapado  y  otros
               elementos de desecho para llevar la leña y atado con una cadena a la parte
               trasera del tractor, ya mostraba síntomas de estar sufriendo bajo el peso de

               casi una mañana de trabajo.
                    (De buen trabajo.)
                    (Trabajo de la Naturaleza.)
                    Ahora  se  iría  a  casa.  Comería  algo.  Pasaría  un  rato,  unos  minutos  con

               Rachel.
                    Luego volvería aquí y se quedaría hasta la noche.



                                                          * * *



                    ¡Qué maravilla sentirse así, por fin, en relación a la casa! Ella sabía que
               esto ocurriría. ¡Incluso cuando se estaban marchando! Esa era la razón por la
               que había hecho preguntas tan precisas como: «¿Por qué nos vamos, Paul?» y
               «¿Por qué nos quedamos?».

                    Porque la magia ya se había adueñado de ella. La magia. La magia de los
               viejos muros y de la tierra. La magia dentro de ella. La magia le había sido
               otorgada.



                      Querida Madre,
                      Necesito escribir esta carta especialmente.


                    Rachel hizo una pausa, no sabiendo cómo expresar en palabras lo que le
               había sucedido, la magia que le embargaba. Resultaba difícil hablar sin que
               sonara estúpido, aunque ahora ya no le importaba mucho el escepticismo de

               nadie, ni siquiera el de su madre.
                    «Porque tengo mucho que contarte y no sé cómo decírtelo y me importa
               mucho que lo entiendas.»
                    Como  si  ella  misma  pudiera  entenderlo…  Un  bebé  no  se  esfuerza  en

               comprender  por  qué  el  contacto  de  su  madre  le  hace  sentirse  bien,
               simplemente  goza  de  ello.  (Pero  ésta  no  era  una  buena  comparación,
               ¿verdad?, porque ella sí quería saber. Quizás no apasionadamente, sino por
               simple curiosidad, para asegurarse al menos de que la magia permanecería.)



                      Quiero que las dos lo comprendamos. En una palabra, Paul y yo nos vamos…





                                                      Página 145
   140   141   142   143   144   145   146   147   148   149   150