Page 141 - Extraña simiente
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                    Paul  se  volvió  a  dar  media  vuelta.  Bueno,  un  cuarto  de  vuelta.  Desde

               donde se encontraba ahora, la pendiente de la colina caía lentamente durante
               unos quince metros hasta llegar al lecho casi seco de un torrente. Un poco
               más allá se veía un claro semicircular flanqueado por árboles de hoja caduca,
               muy  espaciados,  algunos  completamente  desnudos,  pero  la  mayoría

               conservando todavía todas sus hojas que, con el otoño, se habían revestido de
               rojo brillante, amarillo y marrón.
                    Paul  hizo  una  mueca.  ¡Otra  vez  la  perspectiva!  Estaba  claro  que  debía
               haber estado mirando en otra dirección antes de volverse hacia la colina que

               tenía  detrás.  De  otro  modo,  habría  visto  ese  claro  en  el  bosque.  Y  estaba
               seguro de no haberlo visto antes.
                    —¡Maldita sea! —murmuró.
                    Estaba a punto de volver a maldecir cuando vio algo pequeño y blancuzco

               que brillaba tenuemente en el claro entre los árboles.
                    Avanzó cauteloso, cruzó de una zancada el lecho del arroyo y se detuvo a
               unos metros del borde del claro. Arrugó la frente.
                    —¿Qué demonios…?

                    Había huesos por todas partes. Algunos le lanzaban tenues puntos de luz,
               otros apenas se divisaban entre la hierba verde-amarillenta.
                    Paul volvió la cabeza lentamente, con firmeza, estudiando el claro. Tardó
               un minuto entero.

                    Sus músculos se relajaron cuando consiguió comprender.
                    ¡Era todo tan evidente ahora!
                    Esto  era  el  lugar  donde  se  alimentaban.  El  comedor.  Su  comedor.  Le
               empezaron a temblar las manos ligeramente, sin poderlas controlar.

                    (¿Qué demonios le habría traído hasta aquí?).
                    Luego le empezaron a temblar los brazos con mayor intensidad. (Estaba a
               punto de acordarse. El recuerdo estaba ahí, al borde de la consciencia.)
                    Después, todo su cuerpo se puso a temblar, como si hubiera sido expuesto,

               desnudo, a un viento helador.
                    (¿Charla?  ¿Había  oído  a  gente  charlando?  ¿Había  oído  voces?  ¿Risas?
               ¿Niños jugando, niños divirtiéndose? ¿Niños gozando? Sí, de pronto tuvo la
               certeza de que habían sonado voces un momento. Y risas. Pero no eran las

               voces  ni  las  risas  de  los  niños.  Su  cerebro  luchaba  desesperadamente  por
               aprehender algo familiar, algo dulce y benigno.)
                    En ese momento, su cuerpo se calmó. Se quedó quieto. Descansando.




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