Page 139 - Extraña simiente
P. 139
lo menos, esa había sido la hora a la que había solido volver a casa desde su
retorno.
* * *
Paul no tenía más remedio que admitirlo. Se había perdido. Era algo que
tenía que ocurrir, tarde o temprano. Y no podía decir que no le habían
avisado… Marsh se lo advirtió un día y Lumas, más de una vez, le había
dicho:
—No seas imprudente, Paul. Aquí viene gente cada año, gente como tú,
de la ciudad, cazadores sobre todo. Da la sensación de que son cientos, todos
deambulando por los bosques, creyéndose grandes rastreadores… Y nunca
falla; cada año se pierden un par de ellos. Pero es que es cada año, ¿sabes?, no
falla. Y no es que se pierdan un par de horas o un día, no… Se pierden de
verdad. Para siempre. Se entusiasman siguiendo a algún ciervo, o a lo que sea,
y salen corriendo detrás del animal sin fijarse ni por un momento en dónde
están o dónde estaban, en cómo llegaron hasta ese lugar…, y antes de darse
cuenta de nada, miran a su alrededor y no reconocen nada, como si de repente
estuvieran en otro planeta. En seguida les entra el pánico. Y cuando eso
ocurre, están perdidos. Bueno, algunos tienen suerte y encuentran un sendero
al cabo de un tiempo. Pero otros no. La gran mayoría. ¡Joder!, tiene que haber
un pueblo entero de cazadores medio locos por aquí, a estas alturas.
Paul sabía que lo primero que tenía que hacer era volver a recorrer el
camino mentalmente. Para estar seguro, seguro al ciento diez por ciento.
Porque estar más o menos seguro o bastante seguro no era suficiente. Pero
estar seguro, era seguro. Era algo firme. ¿Cuántos —pensó Paul— se habrán
hecho a la idea de ser olvidados? (Y eso —meditó Paul— era un buen
principio.) Volvió a mirar en derredor, críticamente, casi con indiferencia.
Frunció el ceño. Realmente parecía otro planeta. Pero era el mismo planeta.
Sólo que… cambiado.
Este era el mismo bosque por el que había paseado miles de veces antes.
Pero ¡claro! Confundía la perspectiva. Porque, en el fondo, no era más que un
problema de perspectiva, ¿verdad? De modo que el primer paso consistía en
cambiar de perspectiva. Paul se dio media vuelta y miró en la dirección que
había venido. Vio sus huellas, húmedas y oscuras, que habían revuelto las
capas de hojas muertas y agujas de pino, exponiéndolas a la luz. Siguió las
huellas con la mirada y vio que subían por la pequeña colina cubierta de
Página 139