Page 137 - Extraña simiente
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pudo continuarlos por el agotamiento que tenía y, sin duda, también porque
no había encontrado nada que pudiera seguir alimentando su miedo.
Esto ocurrió al mismo tiempo que ese miedo, sutilmente expresado,
moría.
Rachel volvió a sonreír y en ese preciso instante, se topó con un nudo en
el pelo; no deshizo la sonrisa, pero el dolor afloró en sus ojos.
—¡Mierda! —murmuró sin dejar de sonreír.
¡Si en la vida no hubiera más dolor que éste!…
* * *
Este tiempo había sido como una fiebre muy alta que va bajando
lentamente. Como la espera de malas noticias que nunca llegan —siempre es
mejor pensar que simplemente tardan en llegar—. Hasta que, por fin, llegó un
día en que todo lo negativo había de cambiar, para alivio del organismo.
Aunque sólo fuera por un tiempo, justo lo necesario para poder respirar.
Eso había ocurrido hoy. Su rostro y sus ojos relucían de joven esperanza.
¡Era tan transparente!…, se le notaba incluso mientras luchaba por despertar.
—Rachel —susurró Paul—. Querida Rachel.
Poco a poco se había vuelto tan paciente, tan confiada, tan flexible… Era
realmente una mujer extraordinaria, tan dispuesta a ser… su mujer —a ser
protegida por él, calmada y tranquilizada por él… Al principio había sido
muy difícil, casi imposible, pero ahora todo sería mucho más fácil, más como
debería ser, como debía haber sido desde que empezaron a vivir aquí. Paul se
desabrochó la chaqueta de Mahón con la mano que tenía libre. El inesperado
calor de la mañana le había hecho sudar y se sentía incómodo y pegajoso.
Querida Rachel. Querida en verdad, ¿no era así? Y mucho más. ¡Era tan
deliciosamente vulnerable!
* * *
Rachel volvió a recordar un pensamiento que tuvo dos semanas antes: que
la casa no había cambiado, no se había metamorfoseado. Le pareció que, en
aquel momento, este pensamiento había sido estúpido e histérico.
Pero ¡claro que algo había cambiado! Eran cambios lentos y sutiles.
Aunque, a la vez, eran tremendamente fuertes. La casa, Paul y ella misma
habían cambiado.
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