Page 140 - Extraña simiente
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árboles. Inspiró un poco de aire y lo retuvo. ¡Joder! ¡Si hubiera bajado por esa

               colina lo recordaría!… Seguro que lo recordaría.
                    Se esforzó en recordar. Pero sólo le venía a la memoria la otra colina, la
               que tenía un poco más de cuesta que ésta; estuvo a punto de caer rodando por
               su  pendiente,  pero  consiguió  agarrarse,  y  casi  desarraigar,  a  un  pino  muy

               joven, clavándose sus agujas en la parte más carnosa de la mano izquierda.
               Ahora, por primera vez, notaba un dolor sordo trabajándole la mano. Fue en
               ese momento, a punto de caerse, cuando se empezó a desorientar. A perderse.
               A darse cuenta de lo que estaba sucediendo y, por orgullo, a negarlo.

                    La  propia  negación  de  su  incompetencia  (¿de  su  torpeza?,  ¿de  su
               estupidez?)  había  borrado  por  completo  de  la  memoria  un  recuerdo  que,
               después de lodo, era bien fácil de conservar.
                    Porque realmente no conseguía recordar, en absoluto, el haber bajado esta

               colina.
                    Ni siquiera se acordaba ya de que la había vuelto a subir. Y vuelto a bajar.
               Las líneas de huellas paralelas eran la prueba de que lo había hecho.
                    Tampoco  recordaba  lo  que  se  veía  desde  lo  alto  de  la  colina.

               Evidentemente, se vería más o menos el mismo tipo de vegetación que aquí
               existía: onduladas cadenas de colinas marrones, cubiertas de árboles y maleza
               serpenteante, todo salpicado de rayos amarillos de luz matinal. Nada especial.
               Ni un solo punto de referencia. Si no, no hubiera vuelto a bajar. Era bastante

               lógico.



                                                          * * *


                      Querida mamá:
                      Ha pasado ya mucho tiempo, lo sé. Perdona por no haber escrito antes.
                      Tienes que venir a vernos pronto; creo que te gustará. A mí me gusta mucho. No es que me haya
                   acostumbrado o que me haya obligado a mí misma a estar bien aquí, no, sino que me ha seducido.
                   Empiezo  a  sentir  que  pertenezco  a  este  lugar  y  que  quizás  aquí  sea  donde  me  quede.  No  me
                   malentiendas. Esto es muy duro, ¿sabes?, y creo que todavía cabe la posibilidad de que tengamos
                   que desistir. Pero eso no se sabe nunca, ¿verdad? Tendremos que esperar y ver lo que pasa. Esperar
                   y ver.
                      Paul  manda  recuerdos.  Está  trabajando  muy  duro  para  preparar  la  casa  para  el  invierno.  No
                   tenemos ningún aislamiento, claro, ni contraventanas, ni nada… Por eso, está acumulando leña que
                   ordena en pilas detrás de la casa, cubre las puertas y las ventanas con plástico y sella todos aquellos
                   lugares por donde puede entrar el frío. Él se queja, claro, pero yo creo que en el fondo le encanta. El
                   hombre luchando contra los elementos de la Naturaleza, y todo eso.
                      Íbamos a marcharnos hace dos semanas. Bueno, de hecho, nos marchamos. Pero Paul decidió
                   volver. Y estoy contenta, le agradezco que lo hiciera.
                      Es un hombre muy fuerte. Es un hombre maravilloso, mamá.
                      Y como él pertenece a este lugar, yo también.





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