Page 133 - Extraña simiente
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podría… decir, si tuviera la valentía de lanzarse a hablar. Paul prestaría oído a

               los  platos  rotos;  éstos  hablarían  en  lugar  de  ella.  Además,  Paul  no  podría
               discutir  con  ellos,  ni  intentar  convencerlos  de  nada,  ni  tranquilizarlos,  ni
               gastarles bromas ni mentirles…, eran platos rotos. Esos trozos de loza rota
               penetrarían en él.

                    ¿Por qué lloraba de nuevo? Por Dios, ¿de qué serviría? Había llegado el
               momento de ser fuerte. De tener fuerza.
                    Quizás Paul estuviera llorando también… Quizás se había marchado de la
               casa para llorar a solas.






































































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