Page 128 - Extraña simiente
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¿Y  qué  pensar  de  las  masas  que  había  aquí,  en  la  casa?  ¿Masas?  ¿Los

               niños? ¿Lumas (que aunque estuviera muerto seguía ocupando la tierra)? Los
               niños no formaban una masa. ¡Qué tontería! Formaban parte de… este lugar,
               de esta criatura, de la misma manera que los neoyorquinos formaban parte de
               la  criatura  llamada  Nueva  York.  En  Nueva  York  era  una  intrusa.  Aquí

               también,  pero  con  una  diferencia.  Las  cantidades  no  tenían  ninguna
               importancia, los números sólo servían para…
                    Paul había dejado de trabajar.
                    Se enderezó en su silla y se quedó rígida, escuchando. Oyó, por primera

               vez, la brisa rozando la casa, en vez del odioso raspar de la pala contra la
               tierra.
                    Se dio cuenta de que había pasado un tiempo sin que se oyera. Rachel se
               puso en pie, corrió hasta la ventana del dormitorio, apartó la cortina y miró al

               exterior. Estaba segura de que éste era el sitio donde estaba Paul, enfrente de
               esta ventana, muy cerca de la casa. El raspar de una pala, al igual que el ruido
               que hace un rastrillo sobre una tierra dura, es un sonido muy orientable.
                    Volvió a escuchar atentamente. Quizás Paul había simplemente decidido

               cambiar  el  emplazamiento,  alejarse  un  poco  de  la  casa.  Quizás  se  había
               imaginado lo tensa que le ponía oír ese ruido tan desagradable…
                    Aguzó  el  oído  lo  más  que  pudo.  No  oyó  más  que  el  ruido  de  la  brisa
               soplando cada vez más fuerte y el correteo del gato en el pasillo de arriba.

                    En ese momento sonó un ruido metálico, afilado y potente; era el ruido
               del capot del coche cerrándose con estrépito, como con rabia.
                    Rachel se quedó dudando; quizás se había equivocado y el ruido venía de
               algo  completamente  distinto.  Pero  no  se  le  ocurría  de  qué  podía  ser  si  no.

               Antes de llegar al porche, ya se imaginaba lo que le iba a decir Paul y cómo
               ella iba a reaccionar. Cómo tenía que reaccionar inevitablemente, ya fuera por
               el papel que ella desempeñaba, o porque siempre tenía dudas, inseguridades,
               pensaba que a lo mejor cabría la posibilidad de…

                    Paul cruzaba el césped que separaba el coche de la casa, cuando la vio
               aparecer por las escaleras.
                    —Malas noticias —dijo Paul, sonriendo avergonzado.
                    Rachel vio que llevaba algo en la mano. Paul se lo mostró.

                    —Mira, un trozo del conducto de la gasolina —le dijo.
                    Paul estaba a unos pocos metros de ella.
                    Rachel miró, incrédula, el corto, grueso y negro tubo de goma. Paul se
               inclinó para enseñarle una raja en ángulo recto en la longitud del tubo.

                    —Está gastadísimo —le explicó.




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