Page 131 - Extraña simiente
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Paul esbozó una sonrisa de disculpa.
Descubrir una mentira era bastante más fácil que inventar una. Ese era el
equilibrio de una mentira y no estaba mal.
—¿Qué te parece, Paul? —le preguntó Rachel señalando la fila de platos
color crema, sonriendo, para ayudarle a construir su mentira.
—¡Qué bonito! Deberías haberlo hecho antes, alegra mucho la cocina.
El amor era un asunto mundano. Como la confianza. La confianza se
parecía mucho a los platos color crema. La confianza era algo simple y bello
y…
—Cierra con llave, Rachel. Es posible que no vuelva hasta que se haga de
noche.
—¿A dónde vas?
—Ahí fuera —dijo señalando el bosque con la cabeza.
—¿Por qué, Paul?
—¿Por qué? Bueno, tú ya lo sabes, ¿no? Quiero decir…
—Haz lo que pienses que tengas que hacer, Paul.
—Ese era mi propósito.
Arrastrar todos los platos color crema al suelo. Tardan mucho en
romperse. Minutos enteros. Minutos largos y estrepitosos.
* * *
Ahora, Paul preferiría vivir en Nueva York a vivir aquí. Nunca se lo
hubiera imaginado. Hace mucho tiempo, contempló la posibilidad de que los
rigores del invierno podían aislarlos en la casa, incomunicarlos, durante días e
incluso semanas, pero siempre le pareció preferible a pasar un sucio invierno
más en Nueva York.
Se había olvidado de traer el rifle. ¡Al diablo con el rifle! ¿Para qué lo
necesitaba? No era exactamente que se le hubiera olvidado, sino que en ese
preciso momento había pensado que podría necesitarlo y que debía habérselo
traído. Pero al fin y al cabo, ¿qué más daba?
Rachel sabía, bueno, ella creía saber, decía que sabía. Debía haberla
interrogado. Aunque, ¿para qué?… Mejor dejarla en paz. Probablemente se
sentía feliz creyendo ver a través de él.
¿Qué te impulsa? ¿Había susurrado él estas palabras? Imposible. Las
habría oído…
Esto es una tortura para ella. Esta voz era distinta; era la Voz de la
Conciencia. ¡Que hablara! Esto la va a destruir; te la va a destruir, a ella y a
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