Page 153 - Extraña simiente
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La  chica  rodeó  corriendo  el  coche  hasta  llegar  al  otro  lado  y  fue

               consciente  durante  un  instante  de  que,  como  Gary  se  había  quedado  sin
               pantalones  en  su  lucha  por  ponerse  en  pie,  ella  también  estaba  desnuda  de
               cintura  para  abajo;  pensó  fugazmente  qué  ridículos  se  sentirían  si  les
               detuvieran en estas condiciones, y en seguida montó en el coche.

                    Gary  puso  en  marcha  el  automóvil  y  maniobró  rápidamente.  Pisó  el
               acelerador a fondo, hasta tocar el suelo.
                    A unas tres millas al sur de la casa, Gary volvió a perder el conocimiento,
               en un tramo particularmente estrecho de la carretera. Ellen gritó y vio cómo

               se les venía encima el vacío del barranco. Pensó que todo el proceso, el de la
               muerte, era realmente muy lento.



                                                          * * *



                    Rachel  posó  las  manos  a  ambos  lados  de  la  silla,  hizo  fuerza  con  los
               brazos y empujó hacia abajo. Bueno, por lo menos la silla no crujía ni bailaba;
               probablemente aguantaría su peso. Colocó la silla bajo la ventana de la pared
               de atrás y se aseguró de que la posición era correcta. Cogió un martillo y un

               clavo que tenía preparados en el suelo y puso un pie sobre la silla. Hizo una
               pausa. Sabía que se le estaba olvidando algo. Pero, ¿qué? Se quedó pensando
               un  momento.  La  barra  de  la  cortina;  eso  era,  tenía  que  tomar  las  medidas

               antes de clavar ningún clavo en el marco de la ventana. Quitó el pie de la silla
               y  echó  un  vistazo  por  la  habitación.  La  barra  de  la  cortina,  la  cortina,  los
               distintos elementos, recordaba que los había puesto en algún sitio esa mañana
               temprano. Aquí mismo, en el cuarto de estar, estaba casi segura.
                    Rachel cruzó la habitación hasta llegar al escritorio, encendió la lámpara y

               estudió cuidadosamente todo el espacio que la rodeaba. No se veía ni cortina,
               ni barra de cortina, ni tornillos, ni nada.
                    —¡Mierda! —exclamó.

                    Entonces  se  acordó.  Paul  se  lo  había  dejado  todo  dispuesto  la  noche
               anterior. En la cocina. Sí, sobre la mesa de la cocina. Pero ella había estado
               preparando café allí hacía un rato y había entrado a por la silla y no recordaba
               que…
                    Dio  un  par  de  pasos  hacia  su  derecha.  Sí,  todo  estaba  allí,  lo  vio  todo

               extendido sobre la mesa de la cocina. También estaba su taza de café.
                    Suspiró.  El  olvidarse  de  las  cosas  se  estaba  convirtiendo  en  una  rutina.
               Especialmente por las mañanas, hasta una o dos horas después de despertarse,

               antes de haber podido encender un buen fuego en la chimenea. ¿Fue ayer por



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