Page 157 - Extraña simiente
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agua,  una  gruesa  manta,  una  docena  de  novelas  de  bolsillo,  sobre  todo

               policíacas,  dos  sacos  de  veinticinco  kilos  de  sal  gruesa  y  diez  kilos  de
               distintas  carnes  («Podemos  guardar  gran  parte  en  la  despensa,  Rachel»),
               dentro de la casa, sintió que ya no tenía angustia, ni miedo. Incluso se sintió
               un poco estúpida recordando todo lo que había dicho antes; se avergonzó un

               poco, como una adolescente que esforzándose mucho en ser adulta, no puede
               contener una rabieta y se queda reflexionando luego sobre lo que ha hecho.
                    Después de haber ordenado todo, Paul se sentó a la mesa a esperar que la
               cena estuviera lista, y Rachel, al lado del fogón, dijo:

                    —Perdóname por cómo me comporté antes. Te puedes imaginar cómo me
               sentía.
                    —Sí, claro que puedo —dijo Paul—. No es difícil imaginarlo, ese tipo de
               cosas nos pasan a todos de vez en cuando. En serio, no te preocupes.

                    Rachel estuvo de acuerdo en que era cierto que le pasaba a todo el mundo,
               aunque  no  se  acordaba  de  una  sola  persona  a  quien  le  hubiera  sucedido.
               Además, ahora se encontraba bien, muy cómoda, muy a gusto; así se había
               encontrado antes, de igual modo se encontraría en el futuro. Gracias a él.




















































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