Page 163 - Extraña simiente
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El hombre volvió a sonreír; tenía una sonrisa ancha y falsa.
—¿Se trata de Paul? —preguntó Rachel—. ¿Le ha ocurrido…?
—¿Paul? —interrumpió el hombre.
—Sí, mi marido. Paul. Le estoy esperando y no llega.
—¡Ah! —exclamó el hombre entrando en el porche.
Sostuvo unos instantes la puerta abierta con su mano y después la cerró
suavemente.
—No —añadió el hombre—. ¿Puedo entrar?
—Preferiría que no lo hiciera.
Rachel respondió con un tono completamente monótono.
—A Paul no le gusta que deje entrar a extraños en la casa —añadió
Rachel.
El hombre volvió a sonreír, una sonrisa instantánea como queriendo
indicar que comprendía.
—Bueno, está bien —empezó a decir—. Me llamo Russel. Bill Russel.
Esperó a que Rachel dijera algo, que se presentara a su vez. Pero no dijo
nada.
—Sí —prosiguió el hombre—. Russel… Yo… quería preguntarle… si,
por casualidad, había usted visto algún cazador por aquí. Un tío alto…, lleva
una cazadora azul marino.
Rachel no contestó. Russel siguió hablando.
—La última vez que le vimos…
—¿Quiénes?
—Mis amigos y yo.
Señaló el coche con un gesto de la cabeza. Rachel miró hacia donde le
indicaba y vio que había tres hombres más en el coche, todos mirando hacia la
casa.
—¡Ah!… —dijo Rachel—, ya veo.
—Sí, pues… —prosiguió el hombre—, estábamos cazando, cuando Mike,
así se llama, Mike D'Angelo, Mike… se perdió.
El hombre sonrió avergonzado.
—La última vez que le vimos se dirigía hacia la parte del bosque que cae
detrás de su casa.
—¿Han mirado ustedes allí? —preguntó Rachel.
—Sí, hemos mirado allí.
—¿Y no lo han encontrado?
—No estaríamos aquí si…, perdóneme, no, no lo hemos encontrado. Le
hemos buscado, pero no le hemos encontrado, señora…, este…, señora…
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