Page 164 - Extraña simiente
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—No le he visto, señor Russel. He estado dentro de la casa todo el día.

                    —¿Está segura?
                    —¿De que he estado en casa todo el día? Sí, claro que estoy segura. Y
               ahora me tendrá que disculpar.
                    Rachel empezó a cerrar la puerta. El hombre avanzó muy rápidamente y

               sujetó la puerta.
                    —¿Podría  usted  decirle  a  su  marido,  cuando  vuelva  a  casa,  que  se  ha
               perdido un cazador y que agradeceríamos mucho su ayuda? Me puede llamar
               al número…

                    —No tenemos teléfono, señor Russel. Además, su amigo no debía haber
               estado cazando en nuestras tierras. Si le ocurre cualquier cosa…
                    Rachel se calló súbitamente.
                    —¿Sí, dígame?

                    —Nada.  Le  transmitiré  a  Paul  lo  que  me  ha  dicho.  Y  ahora,  si  no  le
               importa…, por favor.
                    El hombre apartó la mano de la puerta, Rachel la cerró suavemente y se
               quedó mirando al hombre mientras éste se alejaba lentamente, subía la cuesta

               que le separaba del coche, se metía en él, lo ponía en marcha y desaparecía.
                    Paul llegó media hora más tarde.
                    —Aislante —dio como explicación mientras metía un rollo inmenso de
               fibra de vidrio dentro de la cocina—. Lo podemos poner sobre el suelo del

               piso de arriba; quedan otros cuatro rollos más en el coche.
                    —Voy a por mi abrigo —dijo Rachel— y te ayudo a meterlos.
                    —Estupendo. Gracias.
                    —Llegas muy tarde, Paul.

                    —Sí, ya lo sé. Lo siento. Primero tuve problemas con el coche, luego tuve
               que  buscar  por  toda  la  ciudad  para  encontrar  este  chisme  y  luego  fui  a  la
               oficina de teléfonos, donde me hicieron esperar un par de horas. Lo peor es
               que  no  he  solucionado  casi  nada,  me  temo.  Entré  para  intentar  que  nos

               pusieran el teléfono antes de fin de mes, pero me han dicho que no pueden.
               No me preguntes por qué, no me he enterado; sólo me hablaron de horarios y
               de contratos.
                    —Hemos tenido visitas, Paul.

                    Se hizo un silencio.
                    —¿Visitas?
                    —Unos cazadores. Querían saber si podían utilizar nuestras tierras. Les he
               dicho  que  no.  Pensé  que  esa  sería  tu  respuesta.  ¿Es  eso  lo  que  les  habrías

               dicho?




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