Page 176 - Extraña simiente
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Paul  bajó  nuevamente  la  cabeza  y  se  volvió  a  echar  a  llorar.  Sintió  un

               aleteo cerca de su oído, un ruido de tela arrastrada cerca de su oído derecho.
                    Miró en esa dirección. La mochila de arpillera había desaparecido. Alzó la
               cabeza. Parpadeó una vez, dos veces, como si tratara de normalizar su visión.
               Vio el borde irregular del círculo de luz; fluctuó locamente al soplar una brisa

               repentina. Más allá de la luz, donde antes estuvieran los niños, ya no había
               más que oscuridad.



                                                          * * *



                    —Vamos a darles de comer, Rachel. Eso es lo que quieren de nosotros;
               eso es lo único que quieren de nosotros.
                    —¿Les…, les has visto, Paul?

                    —Sí.  Bueno,  al  menos  vi  algo.  Supongo  que  eran  ellos.  Sí,  claro,  eran
               ellos.
                    —¿Y el invierno?
                    —¿El invierno?
                    —El invierno los…, ¿crees que los va a matar, Paul?

                    —Sí, el invierno los matará. Que Dios me perdone, pero no puede ser de
               otra manera, el invierno los matará. Siempre ha sido así.
                    —¿Siempre ha sido así, Paul?

                    —¿He dicho eso? No sé por qué lo he dicho… Quizás esté simplemente…
               adivinando, esperando, deseando. De verdad, no sé por qué he dicho una cosa
               así.
                    —¿Y mientras tanto, Paul?
                    —Mientras tanto, vamos a darles de comer, como ya he dicho. Vamos a

               impedir que estén hambrientos.
                    —¿Y no les dejaremos entrar en la casa?
                    —No les dejaremos entrar dentro de la casa, Rachel.

                    —¿Por quién haces esto, Paul?
                    —Por ti, todo lo hago por ti.
                    —Sí, ya lo sé. Ya lo sé, Paul. Siempre lo has hecho todo por mí, ¿verdad?
                    —Todo es para ti, Rachel. Simplemente recuerda, por favor, recuerda bien
               esto…

                    —¿Qué? ¿Qué quieres que recuerde?
                    —Que te quiero, Rae. Que te quiero.
                    —Me voy a la cama, Paul. ¿Vienes conmigo?

                    —Sí. Sí, claro que voy contigo.



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