Page 177 - Extraña simiente
P. 177
XXVII
28 de noviembre
Rachel puso otro tronco en la chimenea y lo colocó bien con el atizador.
—¿Puedo ir contigo esta noche, Paul? —le preguntó Rachel. Paul, desde
la cocina, calzándose las botas, le respondió:
—No, preferiría que no vinieras. No creo que estés preparada para ello.
Rachel se enderezó y fue a reunirse con su marido en la cocina.
—Me siento mejor —le dijo a Paul—. Mucho mejor. Es que tengo que
salir de la casa.
Paul se la quedó mirando; su petición era tan simple —«Tengo que salir
Se la casa»—. Tan simple…
—No —le contestó, atándose la segunda bota—. Me temo que no sea
posible. Por favor, no me preguntes por qué. Pero es así, no puedes
acompañarme.
Rachel suspiró.
—¿Entonces mañana? ¿Puedo acompañarte mañana por la noche? ¿O es
que no me crees?
—¿Qué quieres decir con que no te creo?
Paul se puso muy derecho.
—Sí, cuando te digo que me siento mejor.
—Sí, te creo —le contestó Paul únicamente, mientras se moría de ganas
de decirle que él sí sabía por qué se sentía mejor; que las noches frías y los
días gélidos habían anestesiado a los niños, les habían obligado a no tener
más que un sólo y horrendo objetivo: comer, conseguir alimento y estar muy
juntos para no pasar frío.
—Todavía tengo sueños —dijo Rachel—, pero ya no sueño cada noche.
Sólo un par de veces por semana. Además, ya no son tan horribles como
antes, de verdad. Anda, dime que me dejarás ir contigo mañana por la noche,
por favor.
—A lo mejor, Rae. Espero que sí.
Página 177