Page 144 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
P. 144
convencerme de que la primera buena acción que he hecho en años, el primer
pequeño sacrificio que he conocido, es una especie de pecado. Quiero ser
mejor. Voy a ser mejor. Cuéntame algo sobre ti. ¿Qué pasa en la ciudad?
Llevo días sin visitar el club.
—La gente sigue comentando la desaparición del pobre Basil.
—Pensaba que ya se habrían cansado a estas alturas —dijo Dorian
sirviéndose vino y frunciendo el ceño ligeramente.
—Mi querido muchacho, sólo llevan seis semanas hablando de ello, y lo
cierto es que la opinión pública no tiene igual en el esfuerzo mental de contar
con más de un tema de conversación cada tres meses. Ha estado de suerte
últimamente, sin embargo. Ha tenido el caso de mi divorcio, y el del suicidio
de Alan Campbell. Ahora tiene la misteriosa desaparición de un artista.
Scotland Yard sigue insistiendo en que el hombre con abrigo Ulster gris que
salió de Victoria en el tren de la medianoche del siete de noviembre era el
pobre Basil, y la policía francesa declara rotundamente que Basil jamás llegó
a París. Supongo que en cosa de quince días nos dirán que ha sido visto en
San Francisco. Es curioso, pero de todo aquel que desaparece se dice que ha
sido visto en San Francisco. Debe de ser una ciudad deliciosa, y posee todos
los alicientes del mundo que está por venir.
—¿Qué crees que le ha ocurrido a Basil? —preguntó Dorian sosteniendo
su borgoña a contraluz y preguntándose cómo podía hablar de la cuestión con
tanta calma.
—No tengo la menor idea. Si Basil decide ocultarse, no es asunto mío. Si
está muerto, no quiero pensar en él. La muerte es la única cosa que me aterra
siempre. La odio. Uno puede sobrevivir a cualquier cosa hoy en día salvo a
eso. La muerte y la vulgaridad son los únicos hechos que uno no puede
explicar en el siglo XIX. Tomemos el café en la sala de música, Dorian. Tienes
que tocar a Chopin para mí. El hombre con el que mi esposa huyó tocaba a
Chopin de manera exquisita. ¡Pobre Victoria! Estaba perdidamente
enamorada de ti por entonces, Dorian. Solía divertirme verla hacerte
cumplidos. Tú te mostrabas tan encantadoramente indiferente. ¿Sabes que de
verdad la echo de menos? Ella nunca me aburría. En todo lo que hacía era tan
deliciosamente inverosímil… La apreciaba mucho. La casa está muy sola sin
ella.
Dorian no dijo nada, pero se levantó de la mesa, pasó a la habitación
contigua, se sentó al piano y dejó que sus dedos se extraviaran en las notas.
Después de que llevaran el café, hizo una pausa y, mirando a lord Henry,
preguntó:
Página 144