Page 145 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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—Harry, ¿alguna vez has pensado que hayan asesinado a Basil?
Lord Henry bostezó.
—Basil no tenía enemigos y siempre llevó un reloj Waterbury. ¿Por qué
iban a asesinarlo? No era lo bastante inteligente como para tener enemigos.
Por supuesto, tenía un maravilloso talento para pintar. Pero un hombre puede
pintar como Velázquez y, aun así, ser lo más aburrido del mundo. Basil era,
verdaderamente, muy aburrido. Sólo me resultó interesante una vez, y fue
cuando me contó, hace años, que te había adorado locamente.
—Yo quería mucho a Basil —dijo Dorian con una mirada triste en los
ojos—. Pero ¿no dice la gente que fue asesinado?
—Oh, algunos periódicos. No parece probable. Sé que hay lugares
terribles en París, pero Basil no era de la clase de hombres que habría ido
hasta ellos. No tenía curiosidad. Era su mayor defecto. Toca para mí el
Nocturno, Dorian, y mientras tocas, cuéntame, en voz baja, cómo has
conservado tu juventud. Has de tener algún secreto. Sólo tengo diez años más
que tú y estoy lleno de arrugas, y calvo, y amarillo. Tú eres de verdad
asombroso, Dorian. Nunca has estado más encantador que esta noche. Me
recuerdas el día en que te vi por primera vez. Eras bastante insolente, muy
tímido, y absolutamente extraordinario. Has cambiado, por supuesto, pero no
en tu presencia. Me gustaría que me contaras tu secreto. Por recuperar mi
juventud haría cualquier cosa salvo ejercicio, madrugar o ser respetable.
¡Juventud! No hay nada como ella. Es absurdo hablar de la ignorancia de la
juventud. Las únicas personas cuyas opiniones escucho ahora con algún
respeto son mucho más jóvenes que yo. Parecen por delante de mí. La vida
les ha revelado su última maravilla. En cuanto a los viejos, siempre les llevo
la contraria. Lo hago por principio. Si les preguntas su opinión sobre algo que
sucedió ayer, te dan con toda solemnidad las opiniones en curso en 1820,
cuando la gente vestía medias altas y no sabía absolutamente nada. ¡Qué
delicia lo que estás tocando! Me pregunto si Chopin lo escribió en Mallorca,
mientras el mar lloraba en torno a la villa y la espuma salada salpicaba los
cristales. Es maravillosamente romántico. ¡Qué bendición que nos quede al
menos un arte que no sea imitativa! No dejes de tocar. Quiero música esta
noche. Me parece que fueras el joven Apolo y yo Marsias. Tengo penas,
Dorian, de las que ni siquiera tú sabes. La tragedia de la vejez no es que uno
sea viejo, sino seguir siendo joven. Me sorprendo a veces de mi propia
sinceridad. ¡Ah, Dorian, qué feliz eres! ¡Qué vida tan exquisita has tenido!
Has bebido hasta el fondo de todo. Has hecho estallar las uvas contra tu
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